[Diario] Amor por profesión #6 – Por Diego El Zein

[Diario] Amor por profesión #6.

Por Diego El Zein.

Luego de casi 14 hs. en micro, mientras reflexionábamos las relaciones toxicas que dejábamos atrás y como íbamos a cambiar el aire mental y espiritual gracias al señor de los vientos andinos, llegamos a la ciudad de Mendoza. Donde pasamos dos noches en un hotelucho cómodo pero viejo y bastante arruinado. Pensamos que estábamos de paso y salimos a recorrer la ciudad a conocer la gastronomía, desde el Hyatt frente a la plaza (fue un acto de derroche burgués por el gasto amortiguado en el hostel), por mi capricho gourmet (en búsqueda de complejizar mi paladar) y no así él, hasta el mínimo bodegón, comiendo chivito de Malargüe (lo repetimos en todas las excursiones por la provincia y de diversas formas), empanadas regionales, las famosas tabletas mendocinas, carne a la olla, y otros manjares. También conocimos un par de bodegas cercanas. Al otro día fuimos a un puterio. Muy bizarro.
De ahí partimos a San Rafael y caímos el hostel Portal del Sol. Un paraíso natural, el entorno, el paisaje. Se divisaba la pre cordillera y cordillera, sin interrupciones visuales citadinas, poseía una súper pileta con una isla en el medio comunicada con un puente donde se alojaba un bar.
Ok. Está será nuestra base de operaciones amigo, nos dijimos. Nos registramos, acomodamos y al toque estábamos con un Campari en la pileta observando los paisajes cordilleranos y las mujeres. Se ponía interesante ¿No? No había muchos pasajeros, seria porque estaba en las afueras de San Rafael, un poco alejado del rio Atuel.
Al toque socializamos con varios y varias compartidas de mates, facturas, charlas y la música que sonaba a nuestro pedido, desde los gigantes parlantes de la isla de la pileta. Hermosura total.
Al caer la noche, los mates se fueron extinguiendo para ser remplazados por botellas y tragos varios. Se armo bailongo en la pileta, dentro y fuera en la isla; había un DJ agitadita la noche. Más el viaje, nos desmayamos felices.
Al otro día, sin saber si lo vivido era posta, me levante temprano y despeinado con mi remera de Jack Daniels, mientras Marian dormía. Había sol y en la pileta un solo grupo de chicas rubias haciendo su pícnic (sanguches, jugos, licuados y fiambre), entre libros y carcajadas. Me vieron verlas tímidamente, me invitan a la juntada. Yo encandilado, pero asustado por sus tremendo banquete por el miedo a su el efecto en mi tracto digestivo; es decir, el contra efecto de cagarme encima por la resaca que tenía. Jajaja. Pero a esa edad era un águila con instinto y estaban tan lindas que me aguante apretando esfínteres y le entre a la comilona que me ofrecían. Mientras me interrogaban y me contaban de sus vidas. Eran todas egresadas del Colegio Alemán de Ballester ¡Aaa! Por eso tan rubionas ¡Ummm! Siempre me gustaron las rubias. Una de ellas, la más timidona, tenía unos ojos azules mediterráneo y unas sutiles pequitas que era un caramelo. Estaba leyendo “Rayuela”. Me conquisto. Se llamaba “Pirula”. Y si bien sonreía cuando le hablaba siempre se sonrojaba, me ponía más loco de amor. Al rato llega Marian, su comentario: «Eh turquito, me quedo dormido y vos ya te formaste un harén». Todos nos reímos y al toque pegamos onda, él se supo acomodar con su Etelvina también.
Después de esa tarde estuvimos juntos más de 20 días sin cambiar de ese hostal mágico, donde de día se lograba el descanso absoluto, se escuchaba entrelazarse el viento de la pre cordillera, el sol era durante todo el día y de las estrellas de la noche ¿Que decir? Un cielo único. Con estrellas fugaces y bombardeos antigranizo para las cosechas que brindaban un espectáculo único.
Decidimos hacer las excursiones juntos, joya pensé. Mi objetivo era conquistar a esa princesa. Ya sabía que hablaba alemán, francés e inglés, se había anotado en psicología y sospechaba que era virginal (según chimes de una de las amigas), cosa que no me ayudo para nada. Era muy familiera y buena amiga. La antítesis de mí pasado amor.
Hicimos rafting en el Atuel. Fuimos al puente del Inca. A Lujan de Cuyo. A Tupungato, en cada rincón ya nos besábamos, nos separábamos un poca del grupo para contarnos algo de nuestras vidas y tomarnos tímidamente de la mano en alguna empinada. Yo estaba iluminado, el Aconcagua, y la visita a la bodega Escorihuela Gascón, tuvimos el privilegio de comer sin reserva en la magnífica restaurante 1884, del gran Francis Mallmann, al cual tuvimos el honor de conocer. No todo fue comer como chicos ricos pero ese gusto nos lo dimos. Pero lo más hermoso es que siempre volvíamos al templo Portal del Sol y terminábamos el día y la noche juntos. Así nos enamoramos y nos pusimos de novios legales el día que todos regresamos. Me fue a despedir a la terminal y antes de subir al micro un tierno abrazo, una lágrima, una sonrisa y una caricia en mi nuca, aún me estremece; me da un papelito que decía: «Ich liebe dich», y un espero tu llamada.
Ni bien llegue a Lomas, febrero, temporada baja en la lanera, me rascaba los huevos, me fui hasta la biblioteca Mentruyt a buscar un diccionario de alemán, significa «Te quiero» ¡Fuaaa!
Yo también sentía que la quería, no pasaron dos días y la llame. Y así empezó una hermosa relación, donde ella iba a la facu y yo cursaba en el IAG, los sábados 6:00 hs. Los días de semana, 2 o 3, al salir de la lanera la pasaba a buscar por la uni y de ahí recorrimos casi todos los restaurantes de Buenos Aires, se estaba armando Puerto Madero y empezándose a poner de moda Las Cañitas. Yo con mis ansias de probar todo a causa de mi aprendizaje académico le proponía compartir y descubrir este nuevo mundo gourmet. Se ahí a algún hotel y de ahí a su casa en Ballester, y de ahí, al amanecer, a mi casa en Banfield. Las veces que habré cabeceado semi dormido al volante, entre las horas despierto, el vino de la cena, más una copita en el telo, y la gimnasia del amor. Un peligro, pero por ella todo valía la pena.
Mil veces fui en tren, subte, tren, más los fines que mis viejos usaban el auto. Otro sacrificio de amor. Ahí conocí a la familia. Una gran y unida familia. Una hermana mayor un tanto histérica, pero aprendí a llevarla, un hermano menor muy copado, un papá genial y guardián y una madre amorosa y sobreprotectora.
Mi preferido era el viejo, un capo de un frigorífico, se mandaba unos asado completos indescriptibles; con el perdón de otros maestros que tuve, él fue el mejor y el primero. Y la oma (abuela), más tierna que un polvorón, hacia un apple crumble de la ostia y un chucrut orgásmico.
Ella también conoció a los míos y también la quisieron mucho. Mi carrera en el IAG avanzaba y se acercaba el final del 1er semestre, comenzaban las pasantías.
Ya había pasado casi un año de relación, y ante la aprobación por calificación logré una pasantía en el Sheraton Libertador, sobre Av. Córdoba. Después de unos días de evaluación propusimos una reunión interfamiliar y les contamos que nos íbamos a vivir juntos a un punto intermedio: Caballito. Nos salieron de garantes y alquilamos con nuestros ahorros un 2 ambientes sobre Calasanz, a una cuadra de Primera Junta y a una cuadra de Rivadavia. Tercer piso, un kaos de transito las 24 hs. pero era nuestro nidito de amor. Ella tenía un buen trabajo como secretaria bilingüe y yo mi fondo de inversión. Así que todo los muebles nuevos, pipicucu. Poníamos música, inciensos, velas, bailábamos, me bailaba. Le regale un atuendo de odalisca que me volvía loco, y con media botella de blanco me bailaba la danza de los 7 velos ¡Una diosa carnal!
Cuando me quedaba solo con mis binoculares rusos me encantaba escabullirme tras el cortinado o subir a la terraza y espiar a los edificios linderos ¡Bueno che, si soy voyeur! Aparte dicen que mirar no es pecado, pero he visto cosas pecaminosas… Vaya.
Yo, obviamente, siempre cocinaba, desde el desayuno a la cena, con amor, placer y por práctica. Mientras mi viejo me dio licencia en la lanera para la pasantía en el Sheraton.
En el IAG me sentía en mi mundo, no pensaba caer en uno de esos que se pensaban que iban a ser chef a penas se recibieran. Sabía que me iba llorar lágrimas de sangre cortando toneladas de cebollas, pelando infinitas bolsas de papas y recibiendo muchas veces malos tratos ¡But I like it!
Aparte ya habíamos formado un grupo de trabajo con unos seudos humanoides hermosos que hacíamos de las nuestras y lográbamos buenas notas. Estos pibes sí los voy a nombrar ya que no tienen ningún tipo de moral o ética, al contario les gusta la propaganda, jajaja: Manuel Román, Juan Pablo Ratti, Carlos Horacio Giménez y Duilio.
Cada uno con sus defectos y virtudes, solo voy a nombrar las virtudes: Juan era el único con experiencia previa, ya sabía hacer panes pizzas y pastas; Manuel el más gracioso del grupo; Carlitos el más aplicado y talentoso, de echo hoy es el que más lejos llegó, en cualquier momento es el primer outsider en ganar una estrella Michelin en Islandia, una carrera impecable; y Duilio un soldado, después de un tiempo nunca más supimos nada de él, y hoy en día tenemos los peor porque tenía problemas con las drogas. La pasábamos re bien, antes durante y después de las clases, que ir de bares, que fumata en la casa de Juan o en la plaza, que algún boliche, que alguna morfada estrafalaria, y así
Volviendo al Sheraton, en un evento de Tucumán, trabajando codo a codo con la reina de la empanada provincial. Post evento. Viene el dueño del mismo y me comenta que le había gustado como había trabajado, que él tenía tres boliches con personal sin formación académica en San Miguel de Tucumán y si me quería ir por un mes para asesorar, reestructurar y capacitar al personal y rehacer los costos y crear platos nuevos. Me pagaba el hotel, el pasaje en avión, la comida y me permitía viajar el fin de semana para seguir cursando mi carrera. Ahí me explotó el cerebro y sentí que no alcanzaba el inodoro en alto para cagar con mi culo ¿Se entiende?
Mi ambición me hizo agarrar su tarjeta, pese a las recomendaciones del chef del hotel y el desafío de contarle a mi pareja.
Llegue al depto y como anticipo le recordé lo fundamental que era viajar para mi carrera y nuestro futuro de formar una familia, una vez que tenga experiencia y un buen trabajo. Aceptó pero en ella hubo un clic en el bocho.
En esos días los alumnos mejores capacitados ayudábamos en la mise & place al gran Ezequiel Navas, iba ser el primer concursante argentino en el prestigioso concurso francés internacional Bocuse d’Or.
En esos días pegue onda con Ariel Rodríguez Palacios (el Director del Instituto), el gran ser.
Bueno. Le aviso a Ariel lo de Tucumán, toma nota, me cuenta que es una familia siria muy adinerada de Tucumán. Me da unos manuales de bromatología y me dice que cada sábado le golpee la puerta para contarle qué onda. Joya.
Me tomo el pajarito y me estaba esperando uno de los encargados de los locales. Me lleva al hotel y a la hora me presenta al personal ¡Con tanta chapa! Yo estaba terminando mi primer año y esta gente tenía 20 años de oficio. Entre en pánico, por adentro me vi desmayado de un cabezazo tucumano múltiple sobre la sucia mesada y arrastrado al horno atado con alambre. En cuanto salí de mis malos pensamientos, ya les había dado la mano a todos y un breve discurso de humildad, como que vengo a ofrecerles lo poco que se y aprender lo mucho que saben, algo demagógico.
Al toque y al unísono me dijeron: estás en tu casa. De lujo…
Abrí las heladeras, limpie con lavandina y desinfectactante alimenticio. Los pisos de madera llenos de hongos.
Pregunte quien era el jefe, y juntos desechamos pollos mocosos, etiquetamos con fecha preparaciones. Les hice comprar rollos industriales de papel absorbente ya que la milanesa es tradición tucumana y estos pibes las secaban con trapos rejilla, etc. Así todo el día, detalle no menor: el 90% laburaba mascando hojas de coca, después entendí porque y varias veces me sume para no despreciar y ayuda al calor, el agotamiento y la altura. Me fui al hotel bastante conforme. Llamo a la paisana, terminamos la larga y amorosa charla y me duermo, agotado. Al otro día me pasa a buscar el patrón, el señor Nemme, para visitar otra de sus instalaciones pero en Tafí del Valle y junto a su familia para un almuerzo y aladeltismo desde su propio hotel en refacción.
Que hermoso lugar, casi abandonado menos el salón y la cocina, era el primer hotel del valle, me cuenta. Había planeado un banquete ¡Gracias por avisar la concha tuma…! Igual al llegar 3 asistentes a disposición me preguntaron que quería servirles a estos 12 comensales. No recuerdo todo el menú, pero salió todo 10 puntos, las empanadas fueron de entrada pero recuerdo que de atrevido como crecía berro silvestre le agregue al relleno y la flashearon, al menos después de explicarle lo importante de lo regional. Seguido de un pechito de cerdo con tres mostazas y batatas al horno de barro y unas manzanas azadas con agua de azahar con nueces al caramelo y crema.
Después brindis del bueno y ala delta inolvidable.
Así paso la semana, también tenía una Parrilla como tercer local, en él me designaron la misma función: limpiar y ordenar para predicar con el ejemplo y luego adoctrinar y modernizar técnicas y recetas. 4 semanas (un mes) = 4 meses de alquiler, y chau Tucumán.
Me permitía seguir cursando y dormir una noche por semana con ella.
Al volver seguí más canchero en las prácticas y al toque en cartelera veo otra muy interesante. Garbis, restaurante árabe buscaba pasante. Al toque hablo con la secretaria de Ariel y me anoto. Por un caño, por apellido, entre. Otra experiencia hermosa, una cocina gigante con su áreas de parrilla, de zona fría, de producción, de delivery, de zona de fuegos y servicio, era una industria me fascinaba y los más divino que la chef era una gloriosa dama, la genia de la cafetera turca de Aladino Zona Rhajnud.
Ella me hipnotizaba amasando kepees, armando baklavas, arrollando kefirs. Estaba levitando por todos los rincones de esa gran cocina con su sequito se seguidores que hablaban en árabe, no tarde en descubrir que eran sus hijos. Me trataron re bien. Morfe como loco. Aprendí un montón. Nada de lo que ves en el instituto, y rote por todas las partidas.
En el Instituto fuimos la segunda camada, tuvimos la fortuna de a ver aprendido con verdaderos maestros: Ariel Rodríguez Palacios dictaba Cocina 1, el gran Osvaldo Gross (no hace falta aclarar que es el pastelero N° 1 del país), Rodrigo Ayala en Cocina 2 (gran visionario), Fernando Orciani en Buffet, al gran Cuocco en Ceremonial y protocolo, Oscar Noriega en Administración, al maestro panadero Marcelo Vallejo, etc. Valía cada centavo la cuota, análisis post carrera obvio.
Después me mande en una aventura desgraciada pero graciosa con Juan Pablo Ratti. Él tenía un contacto que iba a inaugurar un resto italiano autentico de producto importado, muy cerca del instituto, en la calle Anchorena, de un señor de mucho dinero.
En síntesis. Obvio Juan iba de jefe y yo de ayudante, no había mas nadie en la cocina, «cocina» 1,5 x 2metros. El lugar era el famoso club swinger pero en esa época era un prostíbulo de gran lujo. Solo la planta baja estaba destinada al restaurante fantasma, se llamaba “D’ Ischia”. Ya cursábamos el segundo año y esto era para ganar unos mangos. La primera impresión, valga la redundancia, fue impresionante apomponado salón con su mesa de antipasti de ensueño, parmeggiano entero Grana Padano, queso gorgonzola, jamones San Daniele, pasta De Cecco, bresaolas, olivas de origen sardo, aceite de oliva de la toscana, mortadela con pistachos con una bandera italiana y la marca lacrada, provolone, gnudo (embutido italiano), salamis, vinos Chianti, grappas, amarettos, con tutti. Bah. La cocina una merda. Y el encargado un drogadicto que se escabullía sus 4 botellas de prosecco (espumante italiano) para seducir a las prostitutas que bajaban a la barra y chamuyaba que era el dueño. Nosotros ligábamos simpatía de rebote ya que las atrevidas se mandaban como en su casa a la cocina y algunos mimos a cambio de bocaditos…. Pero la verdad que esta gente no era de comer porque se la pasaba tomando merca mal todo el día, prosecco y merca.
Hasta que el gran día llego con Chichi (apodo de Juan), le recreamos la carta como pudimos, ya que estaba traducida y copiada de una en italiano. En la inauguración le conocimos al famoso dueño fantasma, dueño de todo el edificio.
Lo gracioso, y final, fue que el servicio. Salió bastante bien porque no comió casi nadie. Jajaja. Pero el dueño entro con el durazno del encargado a presentarse, estaba igual de duro que el otro. Ese día en la pequeña heladera los hdp nos habían sumado el doble de botellas, entonces con chichi nos chupamos una para brindar y otra por los nervios. Ni se dieron cuenta. Paso que el viejo se le antojo un plato de frutas flambeadas con grappa. Ok, váyanse ya lpm. Con Juan nos ponemos a pelar vivo y a tornear frutas, le agrego azúcar, le pido la grappa al barman, le explico al metre para que se las flambee en el comedor, lo emplatamos y sale. Si sale otro brindis, ni campana teníamos, solo una columna de ventilación para todo el edificio donde poníamos el tacho de basura y de a uno salíamos a fumar, y en esta noche a bebernos el prosecco. Todo era un carnaval veneciano, entraban las chicas, nos franeleábamos ¡Qué ricos los raviolis di zucca!
Y de pronto llega el dueño ofuscado con el encargado, con la cabeza gacha, y pregunto porque la cagamos, si fue algo personal ¿Qué cazzo? ¿Qué probemos las bellas frutas…? Aaa ¡Putas frutas, les puse sal! Los nervios y el prosecco me jugaron en contra, lo hice todo bien pero solo ese detalla, era el más importante para el éxito ¡Sal y azúcar tiene en mismo color! ¿O nunca les paso?
Decí que no había lugar donde escondernos, pero nos perdonó, dijo que son gajes del oficio y su culpa por no contratar profesionales. Chichi me quería matar, igual durante ese mes empezó a caer la municipalidad y la yuta y lo clausuraron, unos mangos nos tiraron y otras cosas también. Linda experiencia.
Último semestre, ya me había anotado por calificación para hacer la pasantía en El Bulli, hacienda benazuza, en Sevilla, España.
Acá comenzaría el declive en mi pareja…
Al principio fue un festejo y seguir nuestras premisas del sacrificio para a corto plazo para formar una familia. La idea, y por contrato, era un estadía de tres meses. Yo tenía una plata ahorrada y le quería dejar los tres alquileres pagos, por culpa o no sé qué, ella ganaba muy bien, pero me sentía obligado. Pero no era cuestión de plata. Casi esa misma noche empezó un sufrimiento de dolor espinoso, era solo para quitárselo.
Lloraba todos los días, los 3 meses previos a mi viaje, y yo con ella al menos, al principio, llegue a preguntarle si quería que me quede y se enfureció, al grito de que teníamos un pacto. Yo le juraba que la llamaría todos los días, que le escribiría mails de algún locutorio, que al volver nos casaríamos, ya no hacia pasantías concentrándome en los finales, y con la maleta echa en mi cabeza seguí laburando en la lanera. Que me permitía llegar antes que ella y la esperarla con su comida o postre favorito, con flores, bombones, hasta la he recibido con pétalos de rosas en la cama. Pero nada cortaba su llanto, ya llegaba con ojeras, fue muy duro. Al faltar dos meses para viajar ya teníamos los pasajes y los papeles necesarios. Pero hubo una última entrevista en el IAG, de una asistente social, que explicaba la disciplina y el sacrificio y exigencia de Ferran Adrià y su equipo, y lo duro de la experiencia. Y ahí me abrí y le conté lo que pasaba con mi pareja, que de repente como que se arrepintió de la libertad que tanto me alentó. Y me dijo:
– Mira El Zein, si no vas igual tu relación nunca va a volver a ser la misma porque ni vos ni ella se lo van a perdonar. A veces es mejor mirar hacia adelante aunque capaz duela y no estancarse en lo que seguro dolerá.
Automáticamente firme y volví a casa ya predispuesto a afrontar una separación si no entraba en razón. No me sentía vació, ya que continuaba con el mismo plan que ideamos juntos, me sentía defraudado, traicionado, partido, incompleto. Incluso hasta hoy siento la intriga si ese llanto era por culpa de haber conocido a alguien en la facu que la consuele. Nunca lo sabré.
Cuando la separación estaba consumada y el depto abandonado. El amor que corría por la sangre de mis venas empezó a coagularse y no tuve mejor idea que entregarme a la despedida eterna de fiestas locas de mis amigos del barrio y del IAG. Algunas sociales de bares con los pibes del barrio y las más heavy de boliches andróginos, y partusas de alcoba con el trío los panchos del IAG.
Y así fue. Un mes antes. Logro expresar una especie de disculpas, que no quería y que no podía esperarme, que se volvía a la casa de sus padres. Yo lleve mis cosas al quincho de mis viejos y sin darme cuenta 15 días antes de empezar a laburar duro, estábamos con mi compañero y compinche Charly aterrizando en París. Para pasear por Europa en tren 15 días antes de ser sometidos al régimen bulliano (las anécdotas de estos 15 días imposible de contarlas en este episodio por restricción de caracteres). Hacer un mini viaje gastronómico low cost en el Eurail Train con descuento de estudiantes.
Estuvimos tres noches en París. Otras tantas en Madrid, parando en lo de un tío de Charly, un copado. Barcelona, Andorra, Lisboa, Porto; y en un pueblito de pescadores bien al sur de Portugal llamado Faro, por una noche, donde comimos unas sardinas y una especie se caldereita que aun llevo en mis fosas nasales.
Llegamos un día antes a Sevilla y a 18 km en Sanlúcar la Mayor, uno de los pueblos blancos de Andalucía, de pura cepa, estaba la famosa hacienda Benazuza (construcción moristica del 1600) reciclada y convertida en relais & chateaux donde estaba el Bulli Hotel. Joder. Jajaja.
Después de presentarnos cual forasteros, y ver semejante nave de cocina, nos llevaron a «la Pampa» la casa de los pasantes argentinos. Ahí otra página se dio vuelta. Nos recibieron con cartelillos personalizados de bienvenida, morfi y chupi y chocolate marroquí hachís. Más allá de las interminables horas de curro (trabajo), bastante discriminación y malos tratos, disciplina militar y forreadas por mil. Estoy eternamente agradecido. No solo por haber tocado los mejores ingredientes del mundo, de darle de comer a celebridades internacionales, de saber lo que es laburar bajo extrema presión, de aprender técnicas de vanguardia, de llorar de cansancio o tristeza, de tener que sacar un salmonete a punto o te lo reboleaban por la jeta, de darle de comer al personal y no saber que mierda les gustaba. Pero también aprendí que siempre se te acerca alguien para darte una mano, para hablarte a escondidas y contarte alguna maña para pasarla mejor. Y así me hice de amigos, más de ellos el jefe de partida de carnes, Miguel Gamero. Un hermano andaluz para mí. Los días libres salíamos en su Ford Fiesta, nos hacíamos escapadas y recorrimos toda Andalucía, sabiendo que teníamos que dormir muchas noches en el auto. Casi toda Andalucía en 9 meses: Málaga, Granada, Cádiz, Huelva y Sevilla, no todos sus pueblos, más el cruce en ferri a Marruecos. Siempre con el chocolate marroquí y la billetera justa. Mientras la Pampa era un auténtico hogar, de anécdotas, de psicoanálisis barato, tuve una aventurilla con una gitanilla ojos almendra, de Jerez de la Frontera, se llamaba “Jayah”. Nuevas aventuras andaluzas, mucho hachís; la aventura prohibida con mi gitanilla por su familia ultra católica. Con ella recorrí varios bares a escondidas, el de Pepe, el de Antoni, el de José; no quisimos involucrar a más gente pues pueblo chico infierno grande. Sus hermanos me querían cortar los testículos; no era gitano, ni católico, y sí extranjero. Fue un lapso de desmemoria, no me permitían llorar todo el día, la sangre de mis venas se fue destilando y el amor diluyendo. Pero nunca deje de recordarla, imposible olvidarla.
Cambie el amor de mi vida por profesión y vida por vivir.
Continuará…

[Diario] Los Stones y la patria rollinga #5 – Por Diego El Zein

[Diario] Los Stones y la patria rollinga #5.

Por Diego El Zein.

A principios de mayo de 1994 la banda dio una conferencia de prensa en Londres anunciando su gira mundial: Voodoo Lounge Tour. Por primera vez los Stones bajarían a tierras Latinoamericanas, tenían fechas programadas en México, Brasil, Chile y la Argentina.
La primicia la tuvo la Rock & Pop, Daniel Grinbank, dueño de la emisora, era quien los traía. El 1 a 1 del menemista ayudo esta vez en las negociaciones, digo esta vez porque se dijo que el empresario hizo anteriormente varios intentos fallidos. Recuerdo que en 1992, un 7 de noviembre inolvidable, show en Obras del maestro Keith Richards, presentando su disco solista “Talk Is Cheap” con los pibes cantábamos: ¡Mire mire, que locura, mire mire, que emoción, esta noche toca Richards y año que viene tocan los Stones…!
Las entradas se pusieron a la venta en octubre de 1994. Eran 5 shows en febrero del 95. La promoción de la radio fue infernal. De 30 temas que pasaban por día 25 eran de los Rolling. Escucharlo a Mario Pergolini trasmitiendo la gira desde New York. O Bobby Flores contando anécdotas. Ya nos iban poniendo en sintonía. Calentando la cabeza. Se mostraban imágenes de los shows por el mundo y se conocía el extravagante escenario ¡No me permitía dejar de soñar! Era el gigante que faltaba, el que la gente pedía, el anhelo de la patria Stones. Qué duda cabe que los Rolling Stones son una pasión argentina.
El primer día de venta de tickets no pude ir. Menos mal, por error organizacional y policial hubo disturbios, pelea, botellazos. En fin, un tal Fabián Maldonado termino degollado por Raúl Zarza, le dieron 10 años de cárcel.
Nosotros fuimos a los dos días de la tragedia. Nosotros: Leo, Álbaro y yo. Fueron 12 cuadras de cola pero lo logramos, sacamos para el 9 y el 16, el primero y el último show. Volvimos a casa erectos de felicidad y con las entradas en las bolas, en bolsa nylon. Jajaja.
Durante esos meses solo escuchaba a los Rollins Stones. Obviamente me compre todas las ediciones de Voodoo Launge, desde las special edition, las discothec versión, el single, el vinilo, el collector edition, y sume como 10 CDs más a la discografía. Creo que logre completarla en el 2014, full full, seguro muchos piratas me faltan, salvo algunas recopilaciones que tengo en vivo, no me quise comprar otras recopilaciones que repetían los temas que ya tenía en los originales porque como dice mi amigo hermano Lar (por Leonardo Adrián Rodríguez). Me aparto del relato para explicar su apodo. Al ser él fanático de Racing me hizo hincha de La Academia. Tenía una bandera con ese apodo. Tiene una teoría de que todo es al pedo, ya que dentro del universo somos un micropunto insignificante, y todo lo que hacemos es, según él ¡Al pedo! Pero bueno cada loco tiene su manual dice el refrán. Uy me salió un versito, dijo Dieguito. Bueno ya. Esta manía de rimar me la pego mi vieja. A lo que iba, comprar recopilaciones me parece al pedo. También me embroncaba con algunas críticas de la época, algunas ridículas.
María Elena Walsh dijo que los Stones le importaban tres pepinos.
Skay, siempre con su técnica anti prensa, comento que no le movía un pelo ya que eran una fábrica de jingles de publicidad.
Gustavo Cerati dijo algo así: tratare de alejarme lo más lejos posible en febrero, me parecen una banda de muñecos de goma. Esa me dolió pero lo perdoné. Igual hubo millones de halagos, Charlie estaba chocho recuerdo.
El 5 de febrero los ingleses más queridos por los rollingas arriban a Ezeiza y estábamos a más 500 mts de donde aterrizarían los 3 Jumbo: uno para ellos y técnicos, otro para personal vario y equipo liviano y el tercero para equipo pesado. Ya teníamos armada la logística de no embobarnos. Al verlos cual muñequitos de torta bajar del avión y saludar ni esperamos a que se suban a sus Mercedez, y entre codazos nos abrimos paso para tomar un taxi rumbo al Haytt.
Aclaración. La palabra rollingas. Si bien muchos lo usan como un género despectivo, sinónimo de sucio, desprolijo y drogón… Para nosotros era un piropo, un orgullo, un estandarte por pertenecer a esta tribu única en el mundo.
Al llegar al hotel ya teníamos contacto previo con el club de fans que nos conocíamos de reuniones previas. Abrazos, llantos y cánticos: vamo los Stones, los Stonn, vamo los Estoooo. Nos comparten unas birras pero al toque llega la caravana mágica. No había mucha seguridad, evidentemente no se esperaban lo que sucedería. Nada malo igual. Cuanta menos yuta mejor sale todo en estos casos. Se asoma el Mercedez de Mick, era la beatlemanía pero 30 años después, con la otra banda nos agolpamos contra el auto con las manos y la jeta en los vidrios las minas chillaban, los cantitos no paraban, le golpeábamos el techo, pude ver ente sombras a Mick paralizado pero sonriente, un flaco se tiró transversalmente sobre el capot. Un quilombo hermoso. Inolvidable. Lograron entrar. Quedamos todos extasiados. Creo que nunca paro el canturreo vamos los Stones. Cuando nos reagrupamos los tres con los pibes del club, ya tenían la posta de por dónde iba a saludar la banda, en que habitación estaba cada miembro, que Juanse y Vilas estaban alojados de anfitriones con ellos y que iban a quedar hasta mañana. Ok nos sumamos
– ¿Qué necesitan?
-Tráiganse de la YPF más gaseosas para las chichis que tenemos birras y unos fasitos.
Plin. Salgo, ya vengo. Lar y Álbaro compraron para hacer sanguchitos. Y entre fumatas, morfi, música, anécdotas rollingas, siempre a ver quién sabía más, risas, birra y algún coqueteo. Pura empatía stoneana. Aparecen al atardecer los cuatro en el balcón central por un minuto, creo, y saludan con reverencias los lords (foto histórica). Creo que mejor no pudo terminar ese día.
6 de febrero. La locura no paraba cada vez que salía una vans negra o Mercedes, ya habían puesto vallas de contención y seguridad a la banda, pero era una adrenalina inexplicable. Había salido Keith en cuero con su pucho y su vaso de vodka con jugo de arándanos y nos dedicó unas morisquetas. La plebe rollinga estallaba, se lo veía pasear por los jardines de la mansión, a Ronnie lo vimos muy poco, tenías que tener la fija y estar muy despabilado. La vimos tras un vitral de la mansión pintar hasta que un agreta cerró un cortinado. Ahí conocí a Steven, el presidente del club de fans me dijo que era seguridad de Keith Richards. Entonces cada vez que lo veía me hacia el boludo y en mi ingles mapuche le intentaba charlar al mono de dos metros, tatuado de cuerpo entero, moreno afro y nada simpático. En ingles mapuche dialogamos así:
– Hola ¿Cómo estás? ¿Qué te pareció argentina?
-Estoy trabajando fuera por favor.
Aaa ¿Y qué tal las mujeres? ¿Tan buenas no?
-Mierda estoy trabajando por favor, si lindo país, lindas mujeres¡Out!
-Aaa ¿Y el asado? ¿Probaste el asado, muy bueno?
-Mother fucker. Ok. Is your take it and out (ok es tuyo, tómalo y fuera).
Se mete la mano en un bolsillo de su bermuda camuflada y me da un cartón lacrado del hotel, de los que se ponen en las puertas de las habitaciones para no molestar, con el número de habitación 1206, el nombre de pasajero: Mick Jagger y la fecha de reserva: 3/2/95.
Y del reverso un hermoso: “What happened in love, Mick Jagger”, y su firma. Antes de desmayarme lo quise abrasar y agradecerle con un nudo en la garganta mientras me escabullía el sagrado grial entre mis bolas, me saco cagando y se fue. Hoy Steven Marsans es productor de Keith. Un ángel negro había pasado por mi vida.
Cuando me reencontré con Leo, pálido, temblado y con una sonrisa de guasón, lo agarre del brazo, Álbaro nos siguió. Nos alejamos unas cuadras y les conté, se los mostré. Me costó contarle por la emoción y el nudo en la garganta. Decidimos guardar el secreto y protegerlo como jedis, espalda contra espalda.
Esa misma noche fue buenísima. Salían a pasear sus majestades por baires. Todo esto nos enterábamos gracias a la Rock & Pop. Atentos a la jugada, tipo 20:30hs. sale caravana, ya estábamos apostados sobre las vallas, esta vez paso Mick y Charlie con la ventana a medio bajar. Saludando re cancheros, algunos llegaron a chocar los cinco. Mick se iba a comer a La Biela y Charlie a una tanguería. Para mí la misión Hyatt estaba más que superada. Quería llegar a casa a dormir, bañarme y, sobretodo, atesorar el autógrafo. Y recobrar fuerzas para llegar un día antes al show, sabiendo que sería otra travesía.
8 de febrero. Sabiendo del pacto con los pibes del fans club, tras dejarles un par de pack de latas de Quilmes edición Voodoo Lounge, ellos se turnarían para ser los primeros en la cola de River y nos aseguraron que al vernos nos acomodarían entre ellos, un gol. Así fue. Estaban a menos de 50 mts de la puerta de ingreso. Otra vez abrazos. Música, porritos, birretin y bailoteos estilo Jagger por doquier. Ya la yuta había aprendido, había un vallado a 400 mts del estadio, solo se podía ingresar con ticket del día del evento o DNI de residente de la zona. Los que estuvieron pésimos fueron los de la municipalidad, ni un solo baño químico pusieron. Había dos o tres bares dentro del perímetro y la Shell de Figueroa Alcorta, desbordaban sus dos baños, hasta que nos organizamos y con un par de líderes de otros clubs empezamos a vociferar que solo vallan a la Shell las mujeres, que los hombres nos las arreglemos donde podamos. Solo había un par de ambulancias de la Cruz Roja y un policía cada 2 cuadras, y helicópteros. Nadie nos molestaba. Éramos nosotros en libertad. Con Leo y Álbaro encontramos un estacionamiento abandonado, ahí fue nuestro baño. En la mochila teníamos papel higiénico, jabón, una botella de agua, un par de cajas de puchos caretas y una camuflada con 5 porros cada uno.
Al turnarnos para hacer los mandados de víveres, durante ese día, la nobleza obligaba que fuéramos nosotros ¡Qué buen destino! En una de esas vueltas vemos que hay unas maderas de aglomerado negras superpuestas con espacio para colarse. Nos sacamos las mochilas, y a mí me costó pasar un poco más que los flacuchos de Leo y Álbaro, aparecimos abajo de la Platea Norte. Nos miramos cagados de intriga y miedo, pero no había nadie, y sigilosos subimos un par de escalones y chanflas, guau. Otra vez la piel de pollo, el nudo en la garganta, las lágrimas en los ojos. Estábamos al costado del escenario, 99% armado. La grúa, que sería la cobra, estaba incompleta, los inflables estaban estirados en el campo. No había instrumentos, solo algo de equipos y los acrílicos de la batería de Charlie Watts con una lista de temas, cajuelas de cigarrillos, pilas de pedaleras ¡Increíble! Como me dijo Leo: “Si lo vas a escribir, si no hubiera estado con vos no te creería”.
Otra vez en la cola y con la boca cerrada. Pero no nos pudimos contener, así que esa noche dejamos unas birras y los sanguches y salimos a fumar y a charlar emocionados por lo que vivimos. Decidimos pasar la noche en un cómodo bar donde el encargado se copó y nos permitió pernoctar. Va se copó, le gastamos una buena suma pero no daba para dormir otra vez en la calle, después todo un día más y aparte todo el show al frente. Fue una inteligente inversión.
9 de febrero. Muchos años después entendí y supe manejar los ataques de ansiedad, pero en ese momento no. Era como el conejito de Bambi (Tambor), con la patita, con el bruxismo, con la transpiración de culo. FFF. No me aguantaba más. No sé qué tramoya se mandaron los muchachos por la noche pero avanzamos como 15 mts en la cola, adelante nuestro solo había 3 familias, eran de interior, en carpa desde hacía 4 días y tuvimos el respeto de dejarlos adelante. La prensa ya nos aburría con notas radiales y de TV por ser los primeros en la cola. Aparte siempre a Leo a Álbaro o a mí, por ser dentro de todo los más presentables, muchos de los del club llevaban una semana de gira «durmiendo» en la calle. Se hablaba de una prueba de sonido. Yo buscaba a Steven por todas partes a ver si me dejaba pasar. Pero mi ansiedad me hizo tomar el camino más corto. Con la excusa de vamos por unas birras, nos volvimos a colar por el mismo aglomerado. Pero al escalar el segundo escalón se nos acerca uno de seguridad privada. Y mucho para chamuyar no había, y Álbaro que es muy tímido, temiendo que yo boquee cualquiera, le contó pasivamente la verdad. Yo traspiraba. La respuesta fue que si no se mueven de acá y a mi señal se van por donde entraron todo bien, en cuanto se mueven se van en patrullero. Gracias a Álbaro. Otro milagro. En menos de 10 minutos estaban todos en el campo, vimos a Pergolini, Grinbank, Bobby Flores, Jorge Guinzburg, Juanita Viale, la Negra Vernaci, Nico Repetto, el ruso Verea, y un montón de gente VIP, de la farándula o productores que no juno. Otro relato que tienen derecho a no creerme. Escucharlo aullar a Mick. Riffear a Keith. Probar el slide a Ronnie. Redoblar el tacho a Watts. Pero en pose ensayo. Fue apoteótico, aun al escribirlo, al editarlo, al releerlo. Me emociona. Nos fuimos silbando bajito como perro con 4 colas.
-Eh ¿Dónde estaban che?
-No que era un bardo de gente el súper. Jajaja.
Se anunciaba la apertura de puerta a las 17:30 hs. Entonces, si bien no era una época donde me excedía en escobio, decidí, y me siguieron Leo y Álbaro, parar de chupar a las 16:30 hs. Cosa que nos permitiera mear todo lo posible para aguantar las 6 hs. de apretuje del show. Antes que soltar la valla y perder la posición al frente me meo encima. Sin ningún drama. Pero fue otra decisión inteligente. Mientras otros seguían tomando birra y merca, después los vi sacar, a mitad de show, por la Cruz Roja.
Así que ultima lata. Último faso afuera del estadio. Elongaciones, respiraciones de relajación. Camuflaje del porro para el show. Se abren las puertas al paraíso satánico.
Corrimos como nunca en nuestras vidas, llegamos al frente del lado izquierdo donde oficialmente toca Ronnie Wood. Ya estábamos. Durante un rato pudimos sentarnos y calar unas secas y tomar agua. Al toque arranco Pappo, emocionado por la invitación, con invitados de Riff, la rompió, el escenario, las luces, el sonido y la pantalla limitadísimo. Siguieron Las Pelotas, buen show, la gente mucha cabida no les dio, solo un gran grupo de su club de fans cordobés. Y Daffunchio siempre un gran carismático, muy lindo verlo. Siguieron los Ratones Paranoicos, ya era de noche, les dieron más luces y la pantalla media. Me gusto, pero Juanse muy duro en el último tema, se trepo cual mono a una torre de sonido y cae como muñeco, no todo el estadio lo vio, por estar tras las luces, el iluminador enseguida jugo con eso, y Juanse apareció en escena para despedirse y agradecer. Se la re banco, después se supo que se había fracturado.
Se apagan las luces por unos minutos y al estar al frente se ven a docenas de asistentes moviendo todo el escenario, trayendo los instrumentos stones, mientras se acomodan unos láser, para distraer al público, suenan temas de Robert Johnson, Chuck Berry, Johnny Winter, Little Richard, Elvis Presley, Jhon L Hooker, etc. Todas las influencias de ellos, ese era el mensaje. La pantalla en todo su esplendor, mágicamente expandida, mostraba imágenes de la gira en formato psicodélico, ya empezábamos a flashear. No me daban los sentidos. Quería mirar lo que hacían los técnicos, cómo armaban la bata, cómo les acomodaban las violas, la pantalla, la música. Necesitaba un clon. Un detalle que no narre. En mi mochila tenía 2 remeras stone, más una para cambiarme y otra remera para revolear con la utopía de hacerla llegar al escenario… ah y una sudadera con capucha por si refrescaba que nunca use.
Abruptamente hay un cambio lumínico movedizo, un zumbido, se trasformó el mundo, unos fuegos en todo el contorno del escenario, el campo cimbreaba al retumbar del bombo de “Not Fade Away”, empezaba el show más grande de la historia del rock en nuestras pampas. No voy a repetir mis sentimientos otra vez, solo digo que esta vez lo multiplico al punto de desmayarme cual histérica frente a Ricky Martin,
Saltábamos aunque no quisiéramos, solo por rebote. Se ilumina primero a Charlie, ya que la intro del tema comienza con la bata, los gritos de euforia competían con el bombo de esa hermosa Gretsch, al toque se suman todos en escena, ya flotaba de placer. Era lisérgico verlos tan cerca y tan iluminados, como que te metías dentro de sus arrugas. Solo nos abrazamos en llanto, arrugándonos a puño cerrado las remeras, cabezas con cabezas, y seguimos disfrutando el espectáculo.
Tocaron todos los clásicos. Más Voodoo Lounge entero, con algunas perlas como en “Sympathy For The Devil” que sale Jagger del piso con un sobretodo violeta oscuro, de forro interno rojo, y galera, y se inflan unos muñecos re locos, uno del diablo y otro de un cura (otro de los grandes momentos donde la gente estaba en éxtasis) y una grúa amenazante transformada en cobra lanzaba fuego por la boca. Estábamos tan cerca que sentíamos que nos íbamos a prender fuego. Nos estábamos yendo al maldito infierno de la mano de sus majestades satánicas ¡Yeeeeaaaa! Semanas después Telefe trasmitió el show y censuro la parte del cura y el diablo argumentando desperfectos técnicos.
No voy a nombrar los 23 temas que tocaron aunque podría pero aburriría. Hay dos, los más notables. Obviamente en el trillado “Satisfaction”, ahí pensé, posta, que el estadio corría peligro de derrumbe y fue donde más revoleo de remeras hubo. Hubo durante cada uno de los temas pero acá fue zarpado y justo Richards corre para nuestro lado, y delante de mis narices hace el ritual de como que cae de rodillas, suelta la guitarra sonando y eleva los brazos en gratitud. Ahí le rebolee la remera…pero cayó sobre la punta de su bota izquierda de gamuza. Cierro los ojos y lo recuerdo en cámara lenta: su vincha jamaicana asomando gotas de transpiración, el vapor por las luces, el estribillo final de satisfacción. Mi remera aterrizando y en cámara rápida, o normal, de golpe el incorporándose y levantando la remera de putin con la intención de tirarla al público pero aterrizo sobre un casco de la Cruz Roja. Jajaja.
El otro tema emotivo fue “Angie”, lo hubiera sacado de la lista pero termino garpando. Ya que toda la banda se posó sobre el acantilado del escenario para hacerlo en versión acústica, a tres guitarras (Richards, Ronnie y Mike) y Charlie con un mini set de batería portátil. Me re cague quemando el dedo de darle mecha al encendedor. Todo a dos metros. El set de Richards, capítulo aparte. Donde Keith dijo en inglés: los extrañaba chicos. Y en un entreverado español agrego: en serio ¡Fua! La verdad que llore más que la Chilindrina. Y así paso la noche mágica terminando con majestuosos fuegos artificiales.
A la hora de la presentación de la banda bajo la tutela de Mick. Sorprendentemente el más alabado fue Charlie Watts. Quien tímidamente se levantó de su banqueta, y no solo por estar a dos metros, desde la pantalla se le notaba todo su culo ingles traspirado. Una gloria. Ahí fue donde más frasea en confuso español tiro Jagger despertando fieras de jolgorio. Le siguió leyenda Richards. También simpatizamos mucho con los coristas Bernard Flowers y Lisa Fischer que desparramaron facha y erotismo toda la noche, hasta el abrazo y saludo final.
Hacen las reverencias finales. Se prenden las luces del estadio y salimos encandilados. Caminamos mudos en búsqueda del regreso, imposible.
La vuelta a casa fue eterna, el transporte público estaba atestado. Sin cuerpo. Solo almas en vibras, la llama aún no se apagaba.
Fue ahí cuando nos volvimos a mirar los tres, como diciendo:
-Esta noche prendimos fuego las naves amigos, con ese fuego que deja cicatrices para toda la vida, de esas que dan orgullo mostrar.

[Diario] Ayahuasca #4 – Por Diego El Zein

[Diario] Ayahuasca #4.

Por Diego El Zein.

Tras una crisis histórica a causa del puto whisky ingresé voluntariamente al templo de la locura: Clínica Saint Michel. Cuatro meses de internación.
Debo confesar que en mi caso no la pase tan mal, mis síntomas no eran tan graves como los que supe ver. Tenía licencia laboral y presente a mi familia y amigos. Esto significaba, tener dinero en los días de permiso y en los días de visita (no fallaron nunca ninguno de mis familiares) me traían yerba, galletitas, gaseosas y cigarrillos para una semana y para 10 personas, más o menos, sin contar lo de mis amigos, nunca falló ninguno. Por ende, me hice de mi singular guardaespaldas y amigos. Él por momentos era un caramelo, preocupado por los demás, y de pronto estallaba en ira, rompiendo vidrios e insultando a la dueña de la clínica frente a su oficina; lo tenían que tener entre 4 fornidos enfermeros para atarlo e inyectarlo. Pobre, pensar que esa mierda es incurable. Tenía a dos personas dentro de sí.
Diría que fui una especie de líder, algunos me seguían por conveniencia y otros por afinidad ya que les hablaba de mis viajes y se copaban. Me hice amigo de las enfermeras. Me permitieron armar una mesa en el jardín, en ella cada vez éramos más los que nos juntábamos a tomar mates, fumar, hacer terapia y a veces, por algún desequilibrio, pelear.
Por supuesto, viví muchos momentos tensos. Cual Robin Hood ante las injusticias, siempre con Marcelo. Él fue mi protector, solo me puteaba mal porque era de Racing y él de la barra del Rojo; lo odiaba y se le iba la olla por eso. Padece el síndrome Tourette (una bomba de tiempo). A lo que iba. Cuando nos enterábamos, por ejemplo, que alguno le había robado a alguien íbamos y lo cazábamos del cogote y se lo llevábamos a los enfermeros sedadito y con el botín para devolver. Así me hice de amigos; entable amistad con las enfermeras, mucamas y cocineras, me expreso en femenino porque la mayoría eran mujeres, también había hombres pero eran los “gorilas” encargados de la contención. Aún después de mi alta fui a visitarlos por más de un año. Y al día de hoy sigo en contacto con Dany. Que esta con un mini emprendimiento y trato de darle una mano en recetas y difusión. Les dejo su dirección de Facebook para que conozcas su emprendimiento: https://www.facebook.com/lacomida268
Al salir continúe con tratamiento ambulatorio y drogas psiquiátricas. Pero al retomar mi actividad laboral, inspector bromatológico en el área gastronómica, me sentía somnoliento, con temblores y ataques de pánico. Entonces me propuse dejar la medicina tradicional. Al consultarlo con mi médico me dice que me va a ayudar por un periodo de tres meses a hacerlo pausado, solo dándome un ansiolítico, y observando los resultados.
Durante esos tres meses de bajar la dosis, posta, seguí consumiendo millonadamente menos y nunca whisky pero siempre una lata al final del laburo o durante una escapada del laburo ¡Un cachivache! Siempre en contacto espiritual con mis amigos. Uno de ellos, y el mejor en cuestiones espirituales, me cuenta que debido a su ansiedad y estrés, hace unos meses, había conocido a un facilitador o chamán de ayahuasca (liana amazónica utilizada en rituales de ingesta bebible, alucinógena, donde se revive el espíritu y se sana lo malo y se ilumina lo bueno). Aclaro, no es la definición de Wikipedia; también se usa para las adicciones ya que su naturalidad se contradice con lo tóxico. Mi amigo la había tomado dos veces, se le notaba un cambio. Hablaba más pausado. Bah dejaba hablar. Se había anotado en un curso de astrología. Había dejado atrás un negocio millonario porque lo sacaba de su eje para quedarse en bolas y empezar su nuevo mundo comercial.
Y otra vez me hablé a mí mismo: “Diego no tengas miedo, si viene de la Pachamama no puede ser mala”. Me convencí. Me hizo el contacto con el chamán, después de varias charlas de aprobación, y recomendaciones de dieta vegana y mínima pastilla previa a la cita, quedamos para un sábado.
Toda esta secuencia se la conté a mis viejos y mucha opción no les quedo más que apoyarme. Es más, les pedí que me fueran a buscar el domingo a la mañana por si salía desorientado.
Sábado 18:00 hs. Barrio Norte. Edificio art decó. 3er piso. Ya me estaba esperando mi amigo y un montón de hippies con OSDE divinos. El piso de los más copados que vi en Bs. As. Adaptado para la experiencia: techos abovedados, luces cálidas, inciensos, miles de instrumentos amazónicos; en el techo de la sala principal, donde iba a ser la juntada, había un cóndor pintado, casi tridimensional, en picada al suelo. Toda esta observación fue del instaste cuando llegue, sin la abuelita adentro, aclaro. El entorno ya era mágico. Ya sentía el clímax de paz, o no sé bien como describirlo. Era de desnudez espiritual colectiva. Nos ubicamos en nuestros camastros o colchonetas y las asistentes en cada puesto colocaba un balde. Yo me acomode cerca de mi amigo, no pegado. El chamán empezó con una charla de cómo iba ser la movida, de cuantas ingestas, que no llamemos para pedir, que él se encargaría y que levantemos la mano si al verlo repartir queríamos mas. Se apagaron las luces artificiales. Quedamos a la luz de las velas aromáticas, descalzos y recostados. Sin darnos cuenta empieza a sonar, en un rincón, música en vivo. Solo de instrumentos amazónicos ¡Zarpado!
Tres largos temas y la primera toma.
Como sommelier, detallo mi nota de cata: salvaje, de fuerte sabor vegetal, dejo amargo, lechoso, remitiendo a la salvia.
Seguía la música y mucho no sentía. Me fui del lugar y me dolía la panza. Me obligaba a cerrar los ojos, y la verdad, la música era todo. En cuanto me incorpore, casi en tiempo y espacio, quise mirar a mi amigo y al resto. Veo a dos vomitando en el balde. Lo miro a mi amigo. Re pancho en posición al sol. El tercero en vomitar creo que fui yo. Soy tan bruto que desperté e hice vomitar al resto.
Al toque intervienen los asistentes en renovar los baldes, se encienden tenues luces y los músicos, como de consola en vivo, siguen tocando mientras el chamán explica el primer paso y la desintoxicaciones. Ahí el vómito. Para que los novatos que no nos asustemos, que vamos a vomitar toda la noche. Vamos a expulsar lo que la abuelita purifica, como filtro, y ahora hacemos un ejercicio antes de la segunda ingesta ¿What? Se trataba de elegir al azar una persona. Una vez organizados, era preguntarse solamente ¿Quién sos? No se podía una contra pregunta o escusa o gilada de respuesta. Primero uno y después el otro ¿Quién sos?
El ejercicio nos hizo mezclar a todo y pararnos cual zombis, mezclando murmullos, gritos, carcajadas, llantos, etc. En mi caso llore, le conté a un desconocido, parecía un buen pibe, buscando ayuda por mi adicción, y él lloro al contarme que le hacía daño a quien quería y destruía todo lo que amaba ¡Mierda que poder de sinceridad la liana! Y enseguida me agarraron unas ganas de cagar terrible. Zafo del abrazo múltiple y voy a ese loquísimo baño.
Otra vez a oscuras, la música por momentos vibrante y otros más viajera. Se venía la segunda ¡Ya la estaba esperando! Le había perdido el miedo, estaba esperando las alucinaciones introspectivas.
Repito. Mis síntomas, hasta el momento, aparte de la descomposición, era la elevación, me sentía colocado, a punto despegar, en cuerpo y alma.
Segunda toma. Ya era otro yo o yo desde otro yo. Me veía desde arriba, cometiendo errores y sufría transpirando. Me incorporaba del mat (colchoneta de yoga) con los ojos abiertos, seguía viéndome beber en horas de trabajo o a escondidas, y lloraba. Lloraba a tal punto que desperté y vi al grupo, siempre mire primero a él, el chabón roncaba. Mientras algunos reían otros hablaban solos, otros no paraban de vomitar asistidos por los amorosos asistentes. Me vuelvo a recostar en el incómodo mat. La música ya invadía. Se agudizan los sentidos. Sabía, de teoría, que la iba a pasar mal para luego llegar al nirvana.
En el medio otro vómito, un mimo de un asistente que me guía al baño ¡Flash! Se me ocurre prender la luz. Cuando había velas. Se activaron unos caños de neón con formas eróticas de hindúes garchando ¡Me volví loco! Me rescato un flaco que me dijo dónde estaba la tecla de luz y se acabó la pesadilla fatal.
Caigo agotado. Me veo enterrado, muerto, sin ataúd, en contacto con la tierra, con gusanos escapando por mis ojos, raíces saliendo por todos mis orificios, siento un olor putrefacto mezclado con olor etílico. En el mismo sueño, desde arriba mi tumba estaba llena de botellas y telas de arañas ¡Fuaaa!
No se cómo, música, me incorporo transpirado y agitado. Se me acerca un asistente, me tranquiliza. Me da un extracto, que no me acuerdo, a nivel nasal, un aroma para bajar. Giro la cabeza hacia el hermoso ventanal, la plaza ya iluminada, las luces eran líneas. Me volvió la paz. Vuelvo a posición horizontal, ojos abiertos, y me cuelgo mirando al cóndor del techo. Automáticamente me remonto al Cañon del Colca en Perú, donde tuve la suerte de estar avistando a estas aves en un viaje místico, acompañado de mi amigo Marcelo (anécdota para otro episodio). Dentro de este viaje ayahuasquero, el cóndor sobrevolaba por Burzaco, siguiendo mi ruta, planeando amenazante sobre mi cabeza, remontando hacia las alturas. Me miraba con sus ojos enfocados en los míos, mirada de aspecto malvado pero solo de postura cazador. No me asustaba, mientras pedaleaba, siguiendo al sol, por los lugares donde andaba en bicicleta repartiendo sánguche de milanesa. Cuando desperté, la sensación era de protección. Otra vez me incorpore y mientras otros lloraban yo me reía a carcajadas.
Se viene la tercera. Mi amigo se estira, me toca, y en vos baja me pregunta como estoy y me dice que la tercera es opcional para principiantes: “Tranka, si estas viajando bien solo levanta la mano, no te van a ofrecer”.
¡Obvio! ¡Un poco más! Se me duerme el brazo al alzarlo erguido, entusiasmado en continuar el viaje.
Tercera ingesta. Me acuesto después de darle el ok a mi compinche y contemplar empático a los demás. Inmediatamente entro en una jungla pantanosa. Siento miedo. Me siento indefenso. Y al toque, frente a mí una serpiente colgando de una rama con ojos rojos y color de piel indescriptible. Más miedo. Corro. Tropiezo. Me persigue. Me levanto. Sigue acechándome. Me rindo y decido enfrentarla agarrando un palo.
Apenas giro para encararla todo el paisaje cambia. Ya no me encontraba en el pantano, ni estaba la víbora. Estaba en un paisaje ya visitado, de ese viaje a Perú. Me había transportado al lago Titicaca, frontera Bolivia-Perú. Sentado, arriba de una piedra de sacrificios. Ya no estaba oscuro, el sol del lago se confundía con el cielo. Estaba en paz.
Al amanecer se impuso el silencio absoluto. Se apagaron las velas y el incienso. Se propuso un descanso. Ya nadie vomitaba. Solo roncaban. Se destacaba uno en particular. Al final, en ronda, todos dimos una devolución, y nos cagamos de risa de su ronquido. Dijo que de tanta falopa tenía el naso arruinado. Yo no pude dormir profundo, solo dormitar incomodo en el mat, reflexivo. En las devoluciones otra vez llantos y risas por traumas, problemáticas varias. Abrazos múltiples y la invitación a la próxima pero en Perú, en el pueblito amazonio al cual mi amigo asistió. Un lujo a ver conocido a la abuelita. El aprendizaje lo llevaré toda mi vida y cotidianamente ¡Qué viva la pachamama!
En ese despertar, entre devoluciones en ronda de mix de emociones, el chamán explico que durante unos tres meses, mínimo, la planta iba a seguir haciendo su trabajo en nosotros. No tan intenso, más sutil. Que íbamos a anotar cambios en nuestros sentimientos, en las acciones propias y ajenas, algunos importantes y otros triviales. Y que también íbamos a tener sueños súper lucidos (en Full HD 5.1) y que todo lo relacionado con la naturaleza lo sentiríamos más intensamente.
Al llegar a casa me tomo un té de hierbas con unas galletas de avena. Ahora sí caigo en un sueño profundo. Me veo arrojando las cenizas de mi abuelo materno (gran compinche), hecho real, al río e inmediatamente ambos estamos sumergidos en el turbio río, entre abundancia de bogas, taruchas, bagres, pejerreyes, sonreíamos, desde abajo. Por la cosmovisión del sueño otra vez me vi desde arriba pescando con él en el muelle viejo de la Asociación de Pescadores.
Otro noche, después de no sé cuántos meses o sino años, por medicación excesiva pre y post internación ya no tenía libido, ni erecciones, ni sueños eróticos. Pasó esa noche ¡Fuuuaaa! Se despertó condorito. Jajaja. Aclaro siempre fui de soñar y de acordarme los sueños. Pero de esta calidad de visión y sensibilidad jamás. Estaba en lo que podría decir un palacete romano, egipcio, turco o griego, no recuerdo bien las columnas para especificar, un banquete digno de un rey y bellas damas con túnicas bancas y adornos en oro y piedras brillantes, que se transformó en un goce bestial de comida, vino y sexo. Tampoco sabría especificar el orden. Fue tan real que me desperté eructando, obviamente eyaculado. Creo haber seguido estando ahí unos minutos aun despierto.
Ya casi después de un mes, caminando por Burzaco, me siento en la plaza a fumar un pucho. Me apoyo contra el respaldo del banco, bajo la copa del famoso ombú se filtraban dos rayos de sol, me quede maravillado otra vez sintiendo a la pachamama. Caigo en un sueño. Hasta que el cigarro me quema los dedos y abro los ojos, sin sobresaltos. Respiro agradecido, y al mirar hacia abajo sobre mis dos pies tenía posado dos zorzalitos picoteándome los cordones, uno en cada zapatilla. Trate de sacar una foto. Olvídate.
Ahora que lo rememoro. Lo de mi abuelo fue muy triste porque en sus últimos meses tuvimos que internarlo por Alzheimer en estado terminal, 97 abriles. Yo salía de la muni y lo visitaba, 3 veces porque nos turnábamos. Según las enfermeras no a todos sus familiares los reconocía. A mí siempre. Lo más duro fue cuando me hizo acercarme a su boca, me susurro si me animaba a matarlo.
Hago eco de esa triste historia volviendo a los sueños de la planta en cuerpo. Ya que esto es de creer o reventar…
Mi casa natal posee un gran pasillo, distribuidor de habitaciones. Yo me levantaba, no se para que, y lo veo a Pochón, así le decían sus amigos (tenía muchos), venir de su pieza (la primera del pasillo), con su gabán de gamuza marrón, su boina marinera y su pañuelo de seda. Tenía, calculo, 75 años. Al visualizarnos medio que retrocedí y me asuste un poco. El susto duró un segundo. Hasta que él empezó a avanzar hacia mí, con esa cara de bueno y ganas de verme. Avanzando pero levitando a unos centímetros del piso. Ya no tuve miedo. Entendí todo. En cuanto estuvimos cara a cara me dijo: «Te quiero mucho pero pórtate bien sabandija». Había venido a despedirse.
Por las dudas lo aclaro. La experiencia que narro no reemplaza ni sirve como tratamiento para dejar el alcohol. Lo que te regala, de por vida, es un scanner interno que te permite verte y ver las cosas desde otro punto. Más sincero, empático y autocrítico.

[Diario] Madurar un poco #3 – Por Diego El Zein

[Diario] Madurar un poco #3.

Por Diego El Zein.

Mis 15 años en mi barrio natal, Banfield Oeste. Salir a bailar con mi amigo hermano Leonardo Adrián Rodríguez, que éramos tarjeteros de matiné y tener algunos encuentros virginales. La posta es que andábamos casi todo el día después del cole en la calle, en el barrio con los pibes. Los pibes eran en su 90% nenes de padres ricos, compartíamos nuestra pasión por el skate, por el picadito cordón a cordón sobre empedrado y por las fogatas. Hago referencia a nenes de padres ricos ya que si bien entre nosotros casi no había problemas (casi) sociales, se notaba, por ejemplo, que a ellos sus papis les traían sus tablas Powell Peralta, con sus súper ruedas y sus Vans exclusivas para este deporte, más  toda la parafernalia. Solo unos pocos teníamos nuestra querida Agression de fabricación nacional ¡Un caño! La fabricaba el hermano de Javier Tainta, un gran compañero de la primaria. Era un gran Fiat pero no una Ferrari.
Usábamos las pocas calles asfaltadas que había y que hoy siguen siendo las mismas porque los vecinos quieren,  parece bien conservar el empedrado.
Bueno, igual empatizábamos jugando al futbol hasta con los que no tenían skate, y también se sumaban los más grandes. Los intocables. Los dueños de la esquina. Los pibes que ya tenían 18 o más años. Ellos se vestían como rockeros, no nos daban ni la hora pero cuando estaban en simpáticos o re locos jugaban con nosotros. Hasta el día de hoy mantengo una amistad con ellos; paradójicamente no conservo lazos con los de mi edad, salvo un par.
Cuando hacíamos una pausa ellos compraban Coca Cola y Pringles y nosotros Cindor y Jorgito. Una vez, prendimos una fogata tan grosa que alcanzo los cables de luz y se empezaron a prender como  dinamita. Nosotros hipnóticos nos regocijábamos escuchando alguna banda thrash, compartiendo discman, hasta que una pobre vecina, aún vive, se acercó y me encaro a mí. Y me dijo: «Escúchame hijo ¿Qué hicieron? ¿Están locos? Tienen que apagar esto, es una desgracia, van a incendiar el barrio». Emoji cara pensativa.
Yo re guarango, rebelde, pendejo, mal aprendido, y con fuego, le conteste, con las dos manos en mi entre pierna: «Apágame el fuego interno vieja de mierda». Y bueee.
Ahora me cae la ficha. La mayoría de estos pibes ricos jugaban al rugby, es actual o para mí como que recién sale a la luz  esa sub cultura cobarde que discrimina al más pobre o hace daño al que no pertenece. Lo viví. Mi abuelo me hizo, nos hizo, una re rampa de street y estábamos todos re contentos. Un día estaba en cama y vinieron a pedírmela, obvio, mi vieja se las dio. Hete aquí que a las 4 o 5 horas apareció hecha trizas en la puerta de mi casa. No eran todos hijos de puta, eran dos o tres. Otra vez, mientras hacían unos patys y salchichas en el cordón de la vereda de una obra en construcción, veo mi skate rodando directamente al fuego, empujado por un patodón de un nacido en cuna de oro, falto de amor al prójimo. Resultado: una gran cagada a trompadas. Ahí, empecé a laburar y dejé a los malditos inentendibles niños ricos malos.
¡Importante! No todos eran hijos puta, solo 3 de ellos. De la pandilla 5 de ellos iban al mismo colegio y 2 eran buenos pibes. El Santi con su cultura musical me hizo escuchar los primeros vinilos de rock de los Stones, Queen y Kiss. Y el Chemo era un santo, discriminado por pobre como Leo y yo. Una vez Leito, todo contento, trajo una pelota Adidas Jalisco Mundial 86, oficial, a estrenar. Estos barbaros la reventaron a patadones contra una pared de ladrillos puntiagudos, la tajearon toda. Se habla de la tristeza de los chicos ricos pero estos tenían odio.
¡Ya está! El ciclo de la vida continúa. Nosotros seguimos juntándonos haciendo fueguito y tirando unas carnes en armonía. Ellos seguirán juntándose a tomar champagne mientras su galera se moja cuando llueve.
Recapitulando. No nos daba el piné, hablo en plural porque cuando lo lea Lea se sentirá identificado, él ya sabe. No nos daba porque yo recibía una guita por semana y siempre les pedía un poco más. Hasta que un día vino mi viejo, cabrón, pero realista y salvador, y me dijo: “Querés más guita vago de mierda, vení a laburar conmigo a la lanera».
Por dentro pensé: “Basta de quejas vecinales por juntar soretes de perros y elegir una ventana abierta para arrojarlos a la casa más cheta ¡Un poco de madures! Es guita para el baile. Aparte, sos el hijo del dueño ¿Qué puede salir mal? …”.
Hubo pocos cambios tan rápidos y radicales en mi vida como este.
Mi viejo se levantó, me hizo un mate cocido, se fue una hora antes, me dejo plata para el bondi y me aclaro con su típica carita simpática amorosa: llega temprano o arrancamos mal.
Él es así, un dulce de leche en algunas acciones y caracúlico y cabrón. Suele estallar de ira fácilmente aunque jamás nos levantó la mano ni agredió más allá de lo verbalmente merecido.
Bueno sigamos. Al arrancar en la lanera mi viejo ya le había dado instrucciones a la encargada sobre mis actividades. Limpiar el baño, los depósitos, el pasillo, el entrepiso, ayudar a bajar y acomodar mercadería, pasarle limpia vidrios a las vidrieras, hacer los mandados, aprender a atender a la gente, memorizar los 300 artículos, hacer los bancos, barrer la vereda. Y podría seguir. Odié los primeros meses pero al día de hoy se lo agradezco infinitamente. Me hizo entender lo que es empezar de abajo. Aparte las empleadas me adoptaron de una manera tan copada que pegamos buena onda. Y así termine el secundario. Con un laburo familiar cómodo donde, en esa época, llegue a ser vendedor y chamuyaba a las doñas; horas de charla para vender tres mangos, terminaba con la boca seca, pero ya a esa altura eran las chicas quienes me hacían el café o iban a comprar facturas. Me lo había ganado, ya éramos compañeros.
Pero el tiempo pasa. Algunas se fueron, las temporadas fueron mermando, mi padre me responsabilizo de la caja. Era el encargado y empezaba la facu. Me anote en la UNLZ (Universidad Nacional de Lomas de Zamora), junto a mi amigo y hermano Leonardo, en la carrera de Licenciatura en Publicidad que a la mitad de materias cursadas podíamos cambiar a periodismo.
El noble cabrón de mi viejo me permitía cambiar horarios, faltar y manejarme libremente para estudiar. Un crack.
Hasta que la cagué, o la tuve que vivir. Al tercer año, después de trabajar y estudiar, y salir, muchas materias no metía. Leo ya había tirado la toalla por una novia, hoy su mujer, y por algún motivo familiar y otras yerbas. Y yo curtía el «Grato café», de esquina banfileña, el bar de levante, de semi elegante sport, chiquito, casi exclusivo, de barrio, reducto de jóvenes con sed de sexo casual, los reservados, en la parte de arriba, eran telos gratis, la consumición era más cara pero podías hacer lo que quisieras.
Había un DJ, muy copado, su hermana y su troupe de amigas, cual fans asistían religiosamente al grato café. Yo ya estaba embobado con Cecilia, rubia, tez trigueña, ojos verdes. Era la hermana de Martin, el extasiado DJ. Una noche sin mucho esfuerzo nos besamos, y algo más. Mis amigos se fueron preguntándome que iba a hacer. Mi respuesta, de embobado, fue que me quedaba para esperar hasta que ella se vaya con el hermano. Me miraron con desconfianza pero me dejaron ser con alegría.
Ahí arranco una montaña rusa. Ya tenía registro, al Gol blanco 94 de mi vieja lo usaba más que ella. Iba del laburo a la facu y de ahí calzada a verla a la Chechu. Más de una vez mis amigos me juraron haberla visto con otro. Yo me enojaba y no les creía. Nada grabe con ellos. La confrontaba a ella y me ponía sus dedos, con uñas hermosas pintadas, en mi boca y bajaba suavemente hasta mi sexo, me dejaba seco, y limpiaba su culpa. Automáticamente le daba el indulto. Ella 24 y yo 18. Ella terminando el profesorado de Educación Física. Muchas veces fui a buscarla de sorpresa y me encontré con que otro morocho. Después descubrí que siempre fue el mismo. También esperaba por ella, al verme ella le discutía dos palabras y se subía a mi auto. Era una lucha constante. Estando en su casa, su padre capitán de barco mercantil, no estaba casi nunca, la pobre santa madre permitía entrar a los amigos, y no eran pocos, se llenaba la casa. En verano la pileta, la parrilla, una fiesta eterna de porro, éxtasis, más por el hermano y sus amigos, y buena música. De mi parte, sola una vez y con ella tome éxtasis; terminamos desarmando una escondite secreto de su placard donde atesoraba disfraces de mucamita, Gatúbela, enfermera, Mujer Maravilla, chiches varios ¡Un lujo, una caja fuerte de placer personal que abrió para mí! Al menos eso pensé en ese momento.
En esas fiesta, más que nada en verano, estén o no sus padres (sordos, ciegos y mudos), era libertinaje total. La pileta no recibía ningún tipo de traje de baño. El equipo de Martin, su hermano DJ, era realmente una monstruosidad; armábamos nuestra propia rave cuando aún ni existía el término. Había sol, chicos, chicas, música, parrillada. Si estaba el padre, su hijo le ponía auriculares, y el tipo cocinaba al disco empanadas para el bajón, era salteño. Él cocinaba muy rico, hacia las empanadas y un locro místico con un delantal en bolas. Le convidábamos porrito. En algún rincón había hamacas paraguayas. Se armaban mini fiestas o tríos. No porno full pero si erotismo a pleno. La música de avanzada, se hacía traer discos de Ibiza por el padre, más las drogas de diseño.
Al comenzar el atardecer empezaban a hacer efecto las drogas del amor, más tarde todo el parque era Woodstock. Más de una vez tuve que esquivar un arrumaco peneano de un invitado. Mientras Cecilia aceptaba caricias de sus amigas y gentilme compartíamos cuerpos. A 10 metros el padre cocinando al disco chorizos a la pomarola, o lo que fuera, solo se daba vuelta para sonreímos y darnos el ok.
Yo me sentía enamorado, a ella no le convencía la historia de darnos la mano al caminar por la calle. Una vez nos gritaron, va, me gritaron: ¡CORNUDO! En pleno centro de Calzada.
Tenía buen trato con dos de sus mejores amigas, me miraban como bicho raro pero muchas veces me secuestraron del brazo y me confesaron que, gracias a mí, algo en ella estaba cambiando. Sabían que estaba sintiendo algo diferente a lo descartable.  Bajo amenaza me confesaron que lloro cuando le dije que iba a dejarla ya que sentía que no estaba enamorada de mí. Hubo un mínimo cambio pero fue para transformarse más cruel. Empezó, en cada orgasmo, a decirme que me quería. Después que me amaba. Yo estaba en un túnel que ni Sábato podría salir. Tenía a sus amigas de mi lado, realmente les creía. Me habían contado todo. Ese morocho, era un ex novio que la re cuernió, y las veces que mis amigos la vieron fue porque no pudo o podía despedirse. También me contaron de un trio que el pijudo (el ex) organizo con una de ellas, y ahí yo me fui decayendo en autoestima.
Y un día, todos los papeles sobre la mesa. Una noche de verano, paspándome los testículos en fricción amorosa acuática en la pileta, tuvo la gentileza de decirme que la perdone o que la odie de por vida. Sus palabras fueron algo así: llegó a un punto hermoso de amor conmigo pero seguía enamorada de su ex. Nunca la voy a odiar, a esa edad estuvo copado todo lo que viví gracias a ella. Sí, un poco perra pero sin odio. Evidentemente no solo fue conmigo pero desde el segundo día cambie mi vida. Pedí el analítico de la facu, con la idea de cambiar. Sin llorar, me anote en el Instituto Argentino de Gastronomía (IAG). Partí a un nuevo episodio.
En la Universidad me iba bien aunque sentía que el mundo avanzaba más rápido que yo. Siempre con mi ansiedad. Aproveche este corte de novia, de falsos amigos (los malditos rugby) y de largar la carrera para anotarme en la mejor escuela gastronómica del país.
Quise aclarar un poco mi mente y alma, me saque un pasaje de ida a Mendoza. Ahí sí conocí al amor real. Les pregunté a 3 o 4 amigos, nadie podía acompañarme. Pero el mismo día, antes de subirme al micro, aparece con su mochila mi amigazo Mariano Mazzini. No será la primera aventura que compartiremos. Hasta la próxima.

[Diario] Mi madre y el maldito 1982 #2 – Por Diego El Zein

[Diario] Mi madre y el maldito 1982 #2.

Por Diego El Zein.

Al salir del espacio terapéutico esta idea loca no dejo mi cabeza. Pensaba, una y otra vez, en sacar a relucir mis mejores lapiceras. Siempre me gustaron por una cuestión fetiche, como así también las armónicas. Mi viejo, al empezar la facultad, me regalo una Parker con el arete, plumerillo de capuchón y pluma de oro. Empecé a coleccionarlas, algunas las estalle mientras estudiaba y otras aun duermen intactas, vírgenes y secas; diría que son una metáfora de mi cabeza recién analizada ¿Por qué mis fetiches? ¿Las lapiceras por el regalo de mi padre y su frase que expresaba su orgulloso hacia mí; las armónicas será por Mick Jagger y Bob Dylan; y las pipas por mi primer psicólogo al cuál admiraba y fumaba una pipa distinta en cada sesión, aclarándome un poco la mente desde los 7 a los 8 años y nublándome un poco con su humo? Ahora que reflexiono, fui carne de cañón ¿No? Que débil, desde los 7 años psicoanalizándome ¿No será esa mi peor adicción? ¡Qué recuerdo mi primer psicólogo! No solo admiración, con él aprendí ajedrez, me hacía leer en voz alta sobre arte y algunos clásicas, y siempre música clásica de fondo. Un capo realmente, me ayudo a sacarme un poco la tristeza por la muerte de mi abuela, por la depresión de mi madre y por la tensión de Malvinas. Y sí, obvio, también se lo debo a mis viejos; pero ella era quien sentía y creía porque empatizaba con mi dolor, mi viejo se ocupaba de otras cosas que también era cariño y fundamentales, pero otras cosas.
En este momento es cuando la voz de mi vieja me dice: «Vos siempre igual, antes de comenzar algo querés tener lo mejor, lo más grande o lo más caro”. Y su queja continua: “Cuando ibas a estudiar piano, el piano de cola, cuando querías ir a guitarra, una Fender, cuando querías estudiar cocina, cuchillos japoneses. Siempre igual, antes de empezar, que el kimono sin ir ni a la primer clase de Kung Fu…”. Fuuuaaa.
Saque a mi vieja moishe de la cabeza y me compre un cartucho de tinta Parker ¡Al carajo su razonamiento!
Quede abrumado, no sé si fue el post análisis o el torrente de adrenalina al escribir por primera vez algo casi en serio; más allá de diarios de viajes inconclusos, cartitas, ensayos o tesis, todo a medio terminar. O será que me abruma mi constante inconformidad, el miedo a no tener todo rápido y el aburrirme de casi todo. Me digo: “Diego, otra vez estás pensando como mamá”. OK. Posta, algo habrá en mí porque después de una docena de hojas escritas con mis putas lindas, y chetas, plumas las tengo que volver a guardar en su ataúd porque hay que digitalizar todo el material, la era digital así lo exige ¡Mother fucker! Ya quiero abandonar todo y prender fuego las hojas en la cama junto con el perro ¡Pobre perro! Jajaja. No, el Pity Álvarez no soy. Ahora quiero la mejor computadora.
Ella es distinta, es mejor. Ella no pudo ser demostrativa en el amor ¿Será porque su padre era marinero, no estaba presente, y su madre era extremadamente conservadora, no le permitía nada que no sea del colegio, o sea tampoco recibió el afecto necesario de chica? De niños nos arropaba cantando canciones de cuna pero 1982 nos cago la vida: falleció su madre, mi abuela, y Malvinas, con 6 años iba a un colegio ingles ¡Que mierda! Mi vieja triste y yo iniciaba mi rebeldía. La apodo “moishe” porque arrastra su culpa hasta hoy y sin abandonarla, capaz por elegir mal el colegio, sí. Aclaro que uso dicho estereotipo sin la intensión de ofender a nadie, solo como una metáfora estereotipada hacia mi vieja porque, por ejemplo, nunca termina un plato en el restaurantes para llevar una comida más a su casa, recuerdo cuando pidió un capuchino con crema y al llegar rebalsado de crema saco un huevito Kinder y con la cucharita lo lleno de crema para otro café en su casa, o cuando le das un chicle Beldent y te da la mitad porque dice que duran mucho, en su heladera es posible encontrar medio bocadito Marroc, etc. Jajaja. Ni hablar de sus regalos, pero bueno. Retomando. Pero como ella dice: nunca me abandono, se deprimió, la vi derrumbada en la cama llorando. Mientras, yo dibujaba tanques de guerra, aviones Pucará y fragatas tirando bombas. Y en el colegio cada dos días nos evacuaban por amenaza de bomba. Yo extrañaba a mi abuela. Era cariñosa, siempre tenía  la misma escusa: “Vení Dieguito a ver si tenés piguyi (piojos)”, reposaba mi cabeza en su regazo y me acariciaba la zabiola por un rato. Años después mi vieja me confesó que nunca tuve piojos, puro amor la gallega. Será un cliché pero es así: ella fue mi influencia, soy cocinero por mi abuela, y bla bla bla. Seré uno más que cuenta la historia de la abuela pero ella, posta, estaba todo el día meta y meta con las ollas.
Volviendo a mi madre. Sera la edad, el tratamiento, la lucidez. Las pasamos todas. Recuerdo la primera vez que lavándome un pantalón me encontró un bagullito de marihuana. Recordemos: en los años 90 mis padres eran de esos que te decían “Ojo que te ponen droga en la Coca-Cola”. Cero cultura. Un punto a favor de mi mamá; fue costoso pero entendió, y hasta me acompaño en fumatas a causa de tanta apología, según ella. Hoy entiende que la perdición es la ignorancia y eso es también amor.
En una época, se decidió por estudiar fonoaudiología. Horas encerrada, un poco nos dejaba en bolas. Años más tarde confeso que fue otra de sus culpas. Cualquiera. Gracias a ella, y a su excelente reputación, hoy nos da una mano a toda la familia. Mi vieja tenía razón: las culpas son ajenas a ti. Mi culpa será expresarle palabras y frases de odio, fundadas en sus castigos aunque no me importaban al estar perdido en mi mundo de caos, rebeldía y oscuridad.
Me ha visto llegar drogado, alcoholizado, enrrochado, acidificado, endurecido y ella siempre directo a mi pieza. Mi pieza natal conectaba con la de mis padres y con la de mis hermanas. O sea, triple esfuerzo para caretearla. Muchas veces no se pudo, ahí estaba limpiando el vómito, ubicándome, diciéndome que esto no es el inodoro, que estas meando el escritorio. Sus frases eran: apaga la luz hijo y cerrá los ojos que ya es hoy, trata de dormir, tomate una manzanilla. ¿No me digan que no es amor?
Ella fue la primera en descubrir mi oscuridad y con sus pocas herramientas trato de ayudarme. La verdad, es ella quien me arrastro a esta ultima oportunidad de tratamiento para salir al sol.

[Diario] Prólogo #1 – Por Diego El Zein

[Diario] Prólogo #1.

Por Diego El Zein.

Hace 6 meses, con la premisa de una nueva desintoxicación de alcohol, comencé un nuevo tratamiento para mi adicción (según me dijeron el mismo se denomina: cognitivo conductual), del cual luego me explayaré.
Justo coincidió su inicio con el comienzo de la pandemia pero primeramente fueron tres semanas de evaluación clínica. Según me explicaron usaron estándares internacionales y me etiquetaron con el código F10.20 del DSM-V, seguramente en esos países el consumo es más problemático y esa gente está más enfocada a soluciones. Mis resultados arrojaron un consumo de moderado a alto. Todo esto me aburría como mono de laboratorio sin drogas para experimentar. Hasta que Luciano (mi terapeuta), según sus estudios y test no violentos como el de Charly García, me propuso, según mi perfil, empezar un diario; en cual escribir cuentos, episodios, relatos con anécdotas de viajes, de drogas, de experiencias, de amores, de desamores, de amigos, de examigos, de odios, de daños y beneficios, todo eso, mezclado o combinado y sino revuelto. Ufff.
¡Oh yeeahh! ¿Sí, que fácil no? Según él me iba a ayudar con mis angustias, con la abstinencia, con mis relaciones, y sobre todo a reencontrarme y recuperar vínculos. Era reverme desde arriba y desde abajo, una experiencia que ya viví y luego contare. Solito y convencido, miento, influenciado y motivado, saque a relucir mis plumas fetiche de la facu y dije: “¡Dale Diego! Total también están los psicofármacos (arma de doble filo)”.
Así que la historia aun sin comenzar. Agradecido por el espacio prometo serme fiel y tratar de ser entretenido, no creo que haga falta ficción en la edición. Solo espero que sea un viaje de locura contado con lucidez.
Bon voyage a la dura cordura.

Algunas personas pueden reconocer un árbol, un jardín y saber que han llegado a casa ¿Cuántas veces andaré en círculos antes de abandonar la búsqueda? ¿Cuánto tiempo antes de perderme para siempre? Debe ser posible nadar en el océano de quien amas sin ahogarte. Debe ser posible nadar sin convertirte en agua. Pero sigo encontrando piedras atadas a mis pies.
Poema de Hannah Baker en “13 Reasons Why”.