[Diario] EL ZEIN RESTÓ – Última Parte #11 – Por Diego El Zein

[Diario] EL ZEIN RESTÓ – Última Parte #11.

Por Diego El Zein.

Al volver de Perú, renovado en espíritu, e ideas, vi la casa de otra perspectiva o realidad, no sé si todo había cambiado durante el viaje o yo así lo veía después del mismo, se sentía deteriorado, cansado, como que necesitaba una refrescada, obvio que mi influencia andina se vio reflejada en la bella pizarra de vidrio como sugerencias del chef, en algunos menú degustación y noches temáticas peruanas con música y pizco, eran pocos los que se copaban o entendían en esa época la riqueza de un ceviche o la simpleza de una papa huancaína, pero si ya venía fuera de época, esto era más futurista aun, 10 años más tarde se plago de restaurantes peruanos en C.A.B.A., otra vez mirándolo desde el presente ¿No?… una inyección, que traducida en un negocio, es guita y este era un problema.
Durante mi instancia en Perú llamaba todos los días para estar al tanto de como salían los servicios, confiando en sus palabras que estaba todo bien, que me iban a decir… sintiendo un poco de culpa al recorrer mercados y paraísos mientras el restaurante era un barco al cual le entraba agua por todos lados. Mi viejo estaba desesperado, hacia carteles en fibrón, ponía postres 2×1, se había perdido el glamour, lo comenzó a trasformar en lo que era la lanera.
En esta etapa imposible no nombrar a Alfredo, un joven cocinero del IAG que seguía estudiando para sommelliere, salteño, que al llegar de Perú fue contratado por empatía con sus conocimientos hacia los ingredientes y platos típicos del NOA, enseguida conectamos, tenía muy buena mano y era muy respetuoso, una pena que cayó en la etapa final, pero fue como un broche de oro, para el equipo y mi confianza, una gran persona, un honor laburar con él, sentía que también aprendía de sus raíces, aún seguimos haciendo algunos eventos juntos luego del cierre del restó y continuo con una carrera impecable.
La dulce encargada de la mañana Susan había renunciado, por agotamiento y cuestiones personales, se subió al equipo José, un bonachón hijo de un amigo de la infancia de mi padre, también sin experiencia, era tan bueno que sentía que la obligación aparte de formarlo en su puesto, era de cachetearlo en carácter para que no se lo coman crudo, que no lo pasen por arriba, realmente fue un claro ejemplo de que no hace falta ser un gendarme para manejar un equipo. Realmente le costó lágrimas de sal, pero se supo hacer respetar con el apoyo de los tres y el cariño ganado, salvo excepciones. Cayó en la peor época, donde las deudas eran un problema y su función como encargado de dar la cara le provocaba estrés al mango.
Una parte fundamental que voy atrasado en relatar es la historia de los hermanos Marini, primero contratamos a la simpática Vanesa y luego a Natyta, como camareras, y, por pedido de ellas vino Ariel, otro de sus hermanos a la bacha, un capo, con quien supe hacer más que una relación laboral, ya que me cope y debido a su desempeño le enseñe a cocinar, se mataba en la bacha para demostrarme que le sobraba tiempo y poder meter mano en la cocina. Era muy pícaro y la hemos pasado bien por fuera del restaurante, fuimos cómplices en algunos vicios. Hoy vive en la costa y en verano labura de cocinero.
Con Vanesa nunca me reí tanto dentro del local, irradiaba luz. Fue con la única que Sabrina tuvo celos, aunque la que me gustaba era su hermana Natalia, pero al ser tan simpática sospechaba de ella. Qué decir de Natalia, esa morocha exuberante de ojos almendra que me hipnotizo desde el primer día con su belleza estilo gitana, odalisca, o era mi fantasía…
Sutil y no sutil trate de seducirla o conquistarla, la invite con y sin plata a caminar, almorzar, cenar, al cine, a la plaza, a mi casa, palos y piropos, regalitos, gestos… ni cabida, nunca me dio bola, aun sueño a veces con ella y cuando paso por su lugar de trabajo actual en Adrogué me conformo con saludarla y que me regale una sonrisa.
Un par de veces salimos a bailar en patota pensando que era mi momento y nada. Una noche de verano con los pibes de cocina salimos a bailar a “La Hechicera” de Banfield y conocí a Sabrina. “Sabrina, Sabrina, que mina, divina”. Nos pasamos los teléfonos y un día con la excusa que tenía una amiga camarera me vino a visitar. Hete aquí que esa tarde al verla de día y sin copas en sangre, más me gusto y no pasaron más de unos meses que se mudó al depto a empezar una semi convivencia.
Todo el esquema de mi vida estaba girando, mientras giraba algunas partes se ensamblaban y otros fragmentos caían, un revuelto de sensaciones, mixed emotions.
El clima de calidez, lujo y glamour de la casa gourmet, se fue opacando, la zona se fue plagando de locales pero aun sin algo que sea realmente diferente, estaban los que laburaban bien de noche como las cervecerías, bares tipo irlandés, los clásicos que hacían bien las cosas La Taberna, Sixto, Candelaria. Hasta el 2007 nada más en variedad, quedaba El Loquiyo de la casa linda que hacia cocina de autor y se comía rico pero ya nos diferenciábamos en precio, era imposible mantener las codornices con shitakes en carta al mismo precio que una mila a caballo, acá mi autocrítica (sin desmerecer a la magnífica milanesa, yo sentía que no quería ser uno los que la hacían). Yo personalmente sentía que quería morir en la mía y no ser uno más que haga más de lo mismo dentro de los 300 a la redonda. Al ver la caída de clientes y no poder comprender, debido a que yo tampoco tenía experiencia como empresario, solo me sobraba impulso creativo y decisión a un estilo.
Algunas «críticas» que recibía al acercarme a las mesas eran confusas. Pero vaticinaban que no era un restaurante para todos los días, si bien tenía un menú re tranca de pollo, lomo, cerdo, pastas (mucho más accesible, no solo en precios, sino pensando en competencia pero con una vuelta de rosca a la zona), aparte de mis carnes de caza o algún plato más exótico a la época, era que la gente no estaba adaptada o preparada en el paladar, por la zona, para una liebre con castañas y hongos de Pinamar, en otoño, por ejemplo, y eso a mí, contrariamente, me motivaba ¿Capaz ese fue mi error?
Hoy recuerdo a unos amigos diciéndome que cambie el mobiliario, que me despoje de todo y me ponga a cocinar choris, milas, lomitos con la birra artesanal, otra vez la máquina del tiempo que en este caso no hubiera usado.
Tal vez sí buscar un inversionista, un nuevo socio, vender la parte de mi padre y el Tano y yo seguir bajo relación de dependencia con acciones bajo otro nombre, ahí si hubiese estado dispuesto, pero lo pienso hoy, en esos días no me dieron tiempo.
Cobas, el propietario, ya al ver la zona en expansión aumento el alquiler y fue notablemente mortal, aunque entendible. Deudas, un juicio laboral perdido y mi alma se derrumbaba junto a mi espacio de libertad y creatividad culinaria. Ya se hablaba de vender y mi opinión no hacía eco, era obvio y lo supe comprender, era hora de escuchar las necesidades de mis socios que hasta ahora venían cumpliendo todos mis caprichos de excelencia y no había sido redituable, lo tenía que aceptar, estaban quemados como se dice en el rubro. Mis padres se habían separado a raíz de esta causa, y otros yerbas, el Tano debía guita, Cobas necesitaba hacer que su mansión valga lo que el mercado dictaba, no había vuelta atrás.
Desde el nombre a la zona junto con un chantún de una mini revista, fue idea nuestra, hoy la zona explota en locales linderos de variedades de cervecerías todas, hamburgueserías todas, de las parrillas rescato a las inmortales Bernardita y Los Cardales, franquicias de sushi todas, las mismas monstruosidades de pizza-café y dos o tres mínimos artesanos que hacen malabares para pagar los alquileres precio Recoleta para hacer algo distinto. La zona Sur duele mucho en la parte baja para crear algo diferente en gastronomía. No esperábamos que primero funcione o no en Palermo para que llegue como moda tardía a estas latitudes, en eso fuimos visionarios que la zona aún no lo es, una pena.
A principio de 2008 se tapio el frente con un cartel de cerrado por reformas y al unísono ya estaba en venta el fondo de comercio y publicado a remate los muebles e instalaciones.
Nunca pude superar la desilusión por parte del «melancólico», «romántico», arquitecto y propietario al aceptar la destrucción total del interior de la casona, pero así bailo el mono al vender el fondo de comercio a Freddo que destruyo el interior reciclado para transformarlo en una caja minimalista que solo duró 6 meses…
En esos días de furia y dolor reforcé mucho mi relación con Sabrina, realmente me contuvo muchísimo pero yo estaba en ruinas. Recuerdo un día aun teniendo las llaves pasar por las chapas y llevarme con ella en bolsos mis cuchillos, utensilios, mis sartenes españolas, más algunos vinos caros de la bodega, mi narguile y darbeque de Marruecos con lágrimas en los ojos.
Un gesto de mi abuelo materno cambio mi rumbo de timón, al menos me lo hizo ver como un fin de una etapa para continuar. Se vino con mi vieja al depto y me dijo que me heredaba en vida su parte de la casa de Burzaco, ya que parte de este triste final era desalojar el mismo. Mi mamá ya estaba tramitando la herencia para que sea de ella, ósea, el regalo/mimo/gesto/rescate/solidaridad hoy en día sigo pensando que fue de él ya que mi madre ese día no hablo, aunque hoy figure en la escritura a medias con migo, una casa gigante pero re abandonada donde poder volver a comenzar y mudarnos con Sabrina.
Yo ya me las rebuscaba por la zona asesorando nuevos emprendimientos, armando cartas, y entrenando personal en nuevos emprendimientos en la zona, hasta que me contrataron como chef ejecutivo en el notable “Hotel Castelar” (designado por el Gobierno Nacional como edificio notable de Buenos Aires), lo cual me levanto un poco el espíritu, era un nuevo comienzo, mis miedos se acentuaban y mi alcoholismo iba en paralelo, casa nueva, novia nueva, trabajo nuevo, un desafío sobre la cuerda floja…
Esta es, fue y será la etapa más agridulce de mi vida. No me olvido de poner profesional, sino que lo omito adrede porque fue de vida, con aciertos y errores, con cuestiones y actitudes que cambiaría pero no me arrepiento, se y me gusta saber que todos los grandes chef tuvieron un fracaso, o varios, comerciales. No es consuelo es aprendizaje.
Este episodio fue difícil terminarlo, seguí hasta casi el inicio de la cuarentena trabajando como chef a domicilio en eventos mini o no tanto, familiares, sociales, empresariales, y más que nada por contactos con esos clientes que supe conquistar que sí estaban felices de incomodar en su paladar búsquedas de nuevos sabores y texturas o presentaciones e improntas innovadoras, con criterio del producto.
Supe dar vuelta la página, pero siempre con ese retrogusto a revancha ya que nunca me desactualice, sabría cómo tratar mejor, al ser más maduro, a un público más conservador, tal vez poniéndoles manteles; pero mi creatividad no se mancha.

Infidelidad

Este es un artículo en el que los autores exploran en las diferentes vicisitudes de la construcción de la experiencia de la infidelidad. El objetivo fue aportar una ampliación del conocimiento sobre el fenómeno de la infidelidad, más allá de los tópicos existentes en la literatura. Ampliar el entendimiento de la infidelidad hacia una complejidad que incluye aspectos contextuales de cada pareja. Los métodos fueron: análisis cualitativo de diferentes casos de parejas con la experiencia de vivir la infidelidad. Se concluyó: la infidelidad es un acontecimiento en la vida de pareja que requiere una comprensión individualizada de su proceso de construcción.

Autores: José Antonio Garciandía Imaz y Jeannette Samper Alum (Colombia).

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[Diario] EL ZEIN RESTÓ – Parte II #10 – Por Diego El Zein

[Diario] EL ZEIN RESTÓ – Parte II #10.

Por Diego El Zein.

La adrenalina de la pre y la inauguración habían pasado mis expectativas, lo que no pasaba y me gustaba era mi obsesión por el detalle hasta el mínimo rincón, desde la vereda limpia hasta la poda del árbol del fondo, el plantel y las cartas, el público; como novedad del barrio concurría fluidamente, los helados y la parte de repostería y cafetería era muy concurrida, la verdad que la gente reconocía la diferencia de un tostado hecho con jamón natural en pan árabe casero (pita) al mismo precio pero la difería era entorno y la clásica pastelería artesanal, como una selva negra o una húmeda de chocolate pero no industrial, más las masas de medio oriente: baklavas, mamul, yhamile, fuimos variando, los jugos exprimidos al momento; y en el verano con la vereda armada con mobiliario propio diferenciado de la competencia que eran de sponsors, también marcaron un plus.
Con la parte de almuerzos y cenas la gente era más tímida, pero trabajábamos con reservas y hacíamos doble turno por las noches, en este periodo el medio día era una lotería.
Por ende mi cabeza estaba en ajustar o como vender más almuerzos, lo logre diversificándolo en tres pasos: entrada, principal y postre, bebida y café, con tres opciones en cada ítems. Fue mejorando casi tanto que término siendo más fuerte que las cenas.
Siempre inestable el barco, la premisa de trabajar los mejores ingredientes. La verdad no trajo nunca ningún problema, sí discusiones, con los socios, en particular con el Gerente, encargado de finanzas, mi padre, que se ha atrevido a decirme que usemos champiñones de lata, seriamente me lo dijo, si no fuera por el Tano ese hubiera sido el final de la historia jajaja.
Bueno, obvio entendimos que había que ajustar un poco la calidad con que estaba cocinando; tres veces por semana, hierbas frescas, usaba tantas que no rendían los plantines, los hongos, que cordero, si no era patagónico no lo usaba, que codornices…
– Que baja Diego que no estás en Sevilla.
– No, por eso no consigo navajas.
Y así los 80 comensales que comían por noche con un flujo continuo que se copen en descubrir otro tipo de cocina, más allá de lo que había en la zona. Sería suficiente para que “EL ZEIN” sea redituable, sumándole el verano y la explotación de 100 comensales sentados más. Ahí ya estaría un ingreso para soñar en ahorrar para recuperar la inversión inicial a 3/4 años, ese era nuestro plan.
Me costó bastante aplicar un menú en armonía para el parque noches, pero por suerte ya había un equipo formado, bastante consolidado y no desgastado, hasta ahora. Dos de mis mejores soldados fueron capturados para pensar conmigo esta conexión: Parque /Salón/Cocina/Servicio. Y que funcione todo a la vez. Obsesión, alcohol y algún porro para bajar, en el dpto. Contento pero en un tren bala.
Teníamos todo el equipamiento al fondo: una mini cocina equipadita, el súper horno de barro a leña o gas, una parrilla de 2,5 mts, de larga. Igual, solo show (la mise & place en la cocina de producción), y salieron las pizzas con una receta para horno de barro con hierbas frescas en la masa, hermoso perfume, estrategia de marketing, con 24 hs. de fermentación, incluso frizábamos bollos y los descongelábamos estratégicamente otras 24 hs., Luis y Gerardo me dieron una mano en práctica que ya la veníamos rompiendo. Y las empanadas estilo tradicional árabes fatay pero con variantes en rellenos más innovadores: de pollo al curry con vegetales, de queso azul, apio y nueces y una de cebollas con queso de cabra, más las tradicionales. Junto a las bandas de jazz se creaba una atmósfera de verano perfecta, con velas, perfumes de cocción y música, esa era la esencia del lugar, con la nueva organización, sacábamos el cordero al parque o la pizza de berenjenas ahumadas al salón sin ningún drama. Hasta teníamos un menú infantil sin milanesas con papas fritas, era gourmet y nutritivo, me daba bronca que pidieran muchos adultos, por no pijotear profesionalmente las porciones en gramajes, no me arrepiento, otro gesto de la casa… aparte, si eran 5 comensales y 2 niños, salían 5 aperitivos sin cargo, como sello del lugar, y volvían a plato seco los 5… Ahí también mea culpa de los números y como llevar un negocio…
Acá arrancaron los primeros quilombetes de organización…
La gente del salón quería las pizzas y los del parque platos de la carta, en la cocina y en el salón los primeros días fue un bardo, todo lo aceitado del servicio se nos fue al carajo, las camareras mareadas, nosotros perreados. Pero un lunes de lluvia en una reunión nos pusimos de acuerdo, y sin dudas se necesitaba un organigrama y más personal. Mínimo dos personas más para el parque y comandas diferentes. Elemental, ahora pienso…
Se solucionó gracias a un trabajo en equipo, una vez más. Ya había pasado el primer año, ya no estaba entre nos el somelliere, renuncio por irse a vivir a España, corría el año2005, teníamos encargados nuevos y un plantel nuevo, salvo 4 o 5 que estuvieron desde la piedra fundacional. Ahí conocí a «mamá Susan», encargada turno diurno, conocida de mi padre, sin experiencia. Su falta de experiencia la compensaba en la empatía que tenía con las camareras y las hacia funcionar como un relojito sin levantar su dulce tono de vos, eso hizo que le tomara simpatía y, aunque fuera mi obligación, le enseñe con afecto lo que era un portobelo hasta manejar el Maxirest. Casi como que amadrino a sus chicas y sin generar fricción, caso contrario con el encargado de la noche, también contratado por mi padre, con quien no hubo mucha química desde el saludo de presentación. Pero laburaba bien, al menos eso creía, súper activo, atento a toda jugada, pero a la noche había barman…
Y este pendejo, va estos pendejos, jugaban a ver quién era más poronga atrás de la barra…
Mientras antes de abrir las puertas al público, en cocina corríamos para ajustar detalles transpirando y darles de comer al personal, estos personajes se hacían los James Bond, distrayendo a las chicas de las actividades previas: fajinar copas, estar atentas y presentables, formaditas frente atentas a recibir algún comensal y no tiradas sobre la barra probando coctelería de autor, y haciéndose las divas, de un Iván de Pineda, y un enano chamuyero. Ya me la venia tragando…
A esa altura nunca me volvió un plato en disconformidad, alguno sí por temperatura o punto de cocción de algún cliente que no comprendí. Pero nunca, y por Juani, a causa de tomar cerveza. Sí tomaba birra, estaban las choperas de Antares, pionera birra artesanal marplatense, y antes de la primera comanda ya tenía en la heladera un tubo de acero inoxidable cargado de birra para correr, hidratarme e inspirarme; así me forme, nunca afecto mi disciplina culinaria, ni me embriague durante ningún servicio, lo transpiraba, sabía que no era un buen ejemplo, pero ya tenía la adicción y la compensaba en el 99% del resto de mi conducta.
O sea, veía el caos. Estaba solo en los servicios aunque en secreto algún que otro cómplice se hidrataba de mi tacho; mi viejo, si bien venia todos los santos días, era para hablar y cerrar cuentas con proveedores, contadores, papeles y volvía a la lanera, es más mandaba a las simpáticas empleadas a buscar cambio o papeles varios, pero al frente confiaba en mí.
Y el Tano casi todos los días coordinando más bien a la noche, casi siempre con algún miembro de su familia a degustar algún plato, generalmente su esposa, y siempre era pato en dos cocciones… mientras él y yo arreglamos algún problema de horas extras, liquidaciones y esta problemática de distracción y el momento de ocio de las chicas después de maquillarse y estar listas para recibir a los comensales mientras nosotros lavábamos ollas para preparar los aperitivos.
Nobleza obliga, aramos dijo el mosquito, aprendí a delegar, ya íbamos por año y medio. Salía al salón, me atrevía a hacer notas de prensa (Dora Videla, Vidal Buzzi, Clarín Zonal, Ollas y Sartenes y la revista Las Lomitas, a la cual le regale el nombre al chanta fundador), me copaba mucho con una gente que curaba obras de arte y exponía, les preparábamos un menú de bocadillos para la exposición, transformábamos los salones, cerrando las cortinas y el acceso al público sin invitación al salón reservado a su evento, por lo general en las tardes sin interrumpían los servicios. Un éxito, venia gente y se vendían cuadros in siti, ahí también vi la peor miseria de la alta alcurnia. La gente de a pie que entraba por un helado o un café y un cacho de torta siempre fue bienvenida, pero les tuve que poner los puntos. Más que nada cuando empezó a juntarse gente con un menú de té fijo, y caro, de lectura de poesía, poesía barroca… tenían que estar todos en silencio, y en la cocina sonaba Led Zeppelin y las carcajadas de las chicas. Decidimos/dieron no hacerlo más… lo magnífico y maravilloso de la experiencia fue el menú semanal pues estaba inspirado en el artista, me permitía expresarme creativamente en los cuadros, los colores, los paisajes, los olores, las regiones, las temáticas; después se fue limitado a mini eventos pero quedaron los contactos y las viejas siguieron viviendo a tomar el té.
Mientras no podíamos suspender las actividades en la cocina y en la cafetería y las jobatas del proyecto nos hacían callar de mala manera. Hasta que a mamá Susan la sacaban de su eje, bueno chau poesía y señoras dictadoras conservadoras. Pero fue una buena publicidad y redituable.
Al barman lo despedí por pendejo y eso me trajo disputas con su pareja, el encargado Pablo. Estoy siendo irónico ya que no eran pareja si no cómplices.
Para resumir, porque el admirado Alejandro Maglione (@alejandromaglione) se aburre; con empatía y décadas de profesión periodística, me dice que la muchachada se aburre y no lee online, tiene razón, pero insisto que este material literario es resultado de un espacio terapéutico sin estudios de target aplicados. Un día, después de muchos desplantes de su parte, cuando es fundamental el dialogo diario, entre chef y encargado, me carajeo y me dijo que no quería hablar más conmigo y que solo iba a responder a la Gerencia.
Uuuaaaooo con solo un café en el estómago y un servicio agotador de 120 pax, más la resaca, tomándolo de la solapa de su saco barato, le digo en vos baja, que venga para el parque que a la gerencia vas a ir con la cara rota. Risita nerviosa. Primero lo intentamos solucionar nosotros, después le llevamos un problema a la Gerencia. Yo que lo arrastraba para el parque, y ahí sí ya fuera del salón, llegamos al parque y nos separaron, se fue llorando a la lanera y renuncio, un alivio, pero la tormenta de encargados solo se aplacaba al medio día con mamá Susan, con el inesperado pero doloroso aprendizaje en este rubro cruel, las aguas más clamas se trasmitían en el equipo de camareras al transformarse en sus hijas adoptivas.
A Pedro, nuestro gurú panadero-repostero, también tomaba nuevos rumbos, no muy lejanos, decidió irse al nuevo local confuso de enfrente choreándose algunas recetas, en ese momento estaba enojado, al día de hoy lo entiendo, lo perdono, y le fue bien.
Charly recibió una propuesta de la embajada de Suecia en C.A.B.A., a Leticia le faltaba un final para su título en pastelería, y ahí rompí todas las reglas. Nueva Jefa de Pastelería: Leticia El Zein. Y ahí supimos reinventarnos, ser equipo, medio machirulo y mandón de mi parte, bastante paciencia nos tuvimos, creo, y solo en el primer día…
Un lugar mágico para charlas y encuentros secretos era la despensa y los vestuarios, donde en esa trastienda se entretejieron grandes melodramas personales, profesionales, propios y ajenos, desde bacheros hasta diálogos con Leticia, era el confesionario.
El menú ya había mutado tantas veces que a esta altura, podría decir, estaba haciendo una cocina de autor con influencias mediterránea y de medio oriente basándome en los mejores productos locales.
Más allá de los altibajos en las ventas por temporadas siempre dejaba en carta lo que la gente siempre pedía, pero me empecé a copar y a planear un viaje inspirador gastronómico al Perú.
Creo que arranco por un documental, después compre un libro de Gastón Acurio, otro de Onda Nikkei; chaufa, las variedades de maíz, de papas, me enamore. Me quería ir a Perú, y me fui a Perú no más, con la idea de un viaje antropológico culinario de 25 días y para hacer un seminario de cocina prehispánica con el chef Jorge Stambury en Arequipa
Mis socios sabían que me lo merecía pero temían que se desconche todo, a tal efecto intente motivar a la brigada unos meses antes de viajar y entregarles las llaves de mi corazón, alma y mente a quien fue mi mano derecha e izquierda, e iban a ser cuerpo durante estos días. Empecé a dejarlos solos en los almuerzos mientras yo solo comandaba y certificaba el plato en el pase, me ataba las manos, pero hicieron una buena labor bajo presión, ya que no solo yo los observaba. Unos capos.
Y Cobas y su jermu mucho también diciéndoles que sería fundamental para mi creatividad y el espacio que se destacaba por ella. Si bien no cobraba un sueldo, me pagaban el alquiler, no comía en el local pero me llevaba cosas para cenar y mi viejo se copaba siempre con algo, me compro la tele, el sommier, mi madre un futon, no me faltaba nada. El viaje era también «laburo»…
Así como trataba de innovar en presentaciones tampoco hacia cocina molecular; he jugado con cosas que salieron para el tuje, me acuerdo de 25 de mayo que hice una desconstrucción del locro, un enfermito, pero aparte tenía el tradicional a borbotones, y siempre cocinamos con caldos base hechos a diario. Shin y shan (mi base tradicional con mi visión modernista)…
Ellos ya se habían tomado sus vacaciones y siempre sus francos, era mi turno de viajar pero por la causa también, y les copaba, creo, la idea de estar solos…
Obviamente hubo un romance errático y un amor no correspondido, pero es mucho para este episodio… continuará.

¿Dejaría a Mi Pareja?

Dejar una relación de pareja es una de las decisiones más difíciles que las personas tienen que tomar, en ocasiones, en algún momento de su vida. Esta investigación pretende contribuir a la comprensión del proceso implicado en esta toma de decisión a través de 2 estudios. En el primero participaron 265 personas de población general, examinándose los diferentes tipos de transgresiones (conflictos) que llevarían a las personas a dejar la relación, la gravedad y las diferencias de género en dichas transgresiones. En el segundo estudio (109 participantes de población general) se analiza la influencia de la gravedad de la transgresión, la satisfacción y el compromiso en la probabilidad de dejar la relación a través de la huida. Los resultados del primer estudio mostraron que la infidelidad es la transgresión de mayor gravedad y la mentira, la más leve. Además, las mujeres perciben las transgresiones como más graves que los hombres. En el segundo estudio se comprueba que el compromiso media la relación entre satisfacción y probabilidad de dejar la relación ante una transgresión leve (vs. grave). Los resultados resaltan la relevancia que la gravedad de la transgresión, el compromiso y la satisfacción tienen en la toma de decisión de dejar la relación de pareja o mantenerse en ella.

Autoras: Marta Garrido-Macías, Inmaculada Valor-Segura y Francisca Expósito (Departamento de Psicología Social, Facultad de Psicología, Universidad de Granada, España).

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dejaria-a-mi-pareja-la-transgresion-la-satisfaccion-y-el-compromiso

[Diario] EL ZEIN RESTÓ – Parte I #9 – Por Diego El Zein

[Diario] EL ZEIN RESTÓ – Parte I #9.

Por Diego El Zein.

La idea se gestó en la cabeza de mi padre, yo tenía planes de viajar a Lima, él se jugaría los ahorros de su vida, un odontólogo colega de mi viejo, aportaría la misma cantidad de dinero que él, yo aportaría cero money, pondría mi laburo y mi experiencia para armar la casa gourmet, era el único gastronómico.
La sociedad en formato fue una SRL en tres partes iguales.
Mientras, dentro y fuera de inmobiliarias, mirábamos locaciones por el Botánico, Palermo y Belgrano, nos gustaron 2. Una casi pegada al Jardín Botánico, muy linda, de dos plantas, y otro en Palermo en la calle Carranza pero eran un dineral en alquiler, aparte implicaría el viaje pues todos éramos de Zona Sur. En síntesis, estábamos buscando en la zona comercial de Lomas que solo existían: “Las Carabelas”, “La Continental” y, sobre Colombres e Italia, enfrentándose en las esquinas, “La Quintana” y “El Urbano”. Decidimos darle valor a una zona en crecimiento, recién nacida y prematura, a cuadras de donde había solo dos grandes pizzería-café de moda, en las cuales sus menús eran idénticos, ofrecían lo mismo pero cambian los nombres del lugar; ejemplo, milanesa “Gran Quintana”: huevo, jamón, morrón, queso y tomate y en la otra esquina estaba la milanesa “Gran Urbano”, repetía los mismos ingredientes; hasta en la arquitectura eran similares ¡Increíble! Cabe destacar que también existía a unas 4 cuadras más allá, para el lado del barrio inglés de Temperley, “La Taberna”, de los hermanos Waissmann, al día de hoy son grandes empresarios y siempre fueron los mejores pero con un estilo italiano formal.
Entonces soñé con abrir un nicho, en crear un polo, en formar una diversidad, en que la zona sea gastronómica pero diversa. Una utopía.
De inmediato nos enamoramos, estratégica zona, a media cuadra de Colombres sobre la calle Italia, a media cuadra de esos dos monstruos mediocres con carteles de Coca-Cola (me expreso como pensaba en esa época, igual mucho no cambie). La casa era hermosa, una creación del arquitecto italiano Pio Ricagno, por lo que investigue en su momento, casi toda su obra estaba compuesta más que nada por casonas desde Banfield hasta Adrogué. Era de estilo italiano barroco de finales de 1890, con ventanales en arcadas al frente, dos entradas, pisos de dameros y pinotea, un parque al fondo ¡Todo potencial! ¿Dónde firmooo? Balde de cubitos en las bolas y se encargaron de averiguar bien la parte económica a través de la inmobiliaria, mis socios, yo ya dibujaba mi cocina en la cabeza.
– Te avisamos Dieguito y si es viable te venís a la reunión a firmar…
Obviamente no solo hacia dibujitos cual Ferran Adrià del Conurbano sino que pensaba en los problemas y cómo afrontarlos. Recaería en mí la contratación y capacitación del personal de cocina y salón. Tendríamos un sommellerie recién egresado, sin experiencia pero con un ímpetu laboral que juntos logramos armar el marinaje con mis platos, y con conocimiento de pequeñas bodegas de la época que hoy son grandes marcas; por ejemplo: Alto Las Hormigas, Finca Don Diego (Syrah de Fiambala Catamarca), pinot noir de Río Negro, espumante Rosell Boher; definimos una carta de vinos nacionales de todas las regiones acompañada con una coctelería de clásicos y algo vanguardia ¿Sería como lo estaba planeando y lo que nuestros cálculos arrojaban? Ya sabía de la guita en juego, y estaba al tanto de lo que quería montar ¿Era viable? ¿Era el lugar? ¿La gente? ¿La época?…
Suena el despertador de radio del Nokia 210 y me recibió una buena noticia. Antes quiero aclarar que con mi viejo nunca tuve grandes conversaciones, sí ilustres momentos pero nunca de un proyecto donde él estaba como apoyo en gestión, contaduría, manejo final de pagos y cobranzas, teníamos muchooo de que hablar. Lo mismo con el Tano que cumpliría, siendo odontólogo, la función de “Gerente de personal”, respondiendo a conflictos y contrataciones, liquidaciones; lindo laburito, jaaa ¡Mucha reunión pendiente! Aun.
La buena noticia era que el dueño de la casa era arquitecto (después le haré mis honores); la onda, que el tipo estaba juntado con una muy fina mujer diseñadora de interiores, y juntos, al enterase del proyecto, encantados aceptaron y me tomaron como punta de lanza en lo creativo para la remodelación. A mis socios los cheques, a mí la decoración.
– ¿Tenés mucho laburo Diego? Si querés te busco una tipografía así seguís con tus menús, un copado mil y su guapa esposa.
– ¿Por qué no hacemos algo en esta pared?…
– ¿Algo como qué?…
– Destacar algo de tu cultura…
– Mmm…
– Pensalo, te abrimos un espacio y expones ese narguile que me contaste o el Darbeke de Tanger…
– Te quiero, y voy hacer un mural con pinturas hechas con extractos naturales…
– ¿Entonces toda esta pared blanca?…
-Sí le dije, y contacte por medio de un aviso en “La Unión”, diario histórico zonal, a una artista plástica para hacer un mural con pigmentos vegetales….
Mientras el frente estaba tapiado con chapas la obra interna avanzaba rápido; y aquí un detalle, al ser el dueño un arquitecto de exquisito gusto, y esta su casa de alquiles del sur preferida, el tipo le puso la sangre y sudor, casi como que se lo impuso a mis socios, el propondría tres opciones de excelente calidad; obvio, el contrato era por 5 años y el dueño se quedaba con el boliche armado.
A mí me encantaba, el Tano veía que se duplicaba la suma, mi viejo lloraba sangre. No costo tanto elegir el nombre, estaba orgulloso con él. Hacíamos las reuniones en Thymus, del gran Fernando Mayoral, para que vallan educando el paladar. Hasta que instalaron la cafetera, también nos juntábamos en nuestras futuras competencias, haciéndonos amigos de los mozos.
Y así se vino la mejor parte. Es difícil elegir una opción, vivencio y recuerdo hasta olfativamente cuando llegaron las sillas y las mesas, cuando el carpintero estuvo los tres meses de obra in situ para resolver las dos barras y la separación de salones por un mueble de exposición de vinos, un perfeccionista, un momento cumbre fue la araña en el salón, la barra y su vidrio opaco y mármol con madera de cedro, las cortinas italianas, las luminarias de exteriores, jugando en tenue pero resaltando las curvas de la arquitectura de la casona, el cartel con la marca y el logo enchapado en acero inoxidable iluminado, los toldos. Fue una bendición todo, sentía que volvía a la buena racha, después de aprender y seguir con ganas, sufrir, amar, viajar, hacer amigos…
Todo estaba claro bajo escribano, la obra me tenía hipnotizado y me inspiraba a contactar proveedores, al mismo tiempo que contratar al personal. Mierda…
Ante semejante responsabilidades encima, mis amables socio/pariente, Gerente/RRHH ¡Sí es confusa la jerarquía en empresa familiar! La idea de la estructura era:
– Oscar, mi viejo: Gerente
– El Tano: Gerente de personal.
– Yo: libertad absoluta en la cocina, con todo lo que conlleva eso…
Suena mi despertador celular Nokia 210, otra buena noticia. Es hora de nombrarlo, el ilustre Eduardo Cobas, el dueño del lugar y arquitecto del proyecto, ya con tres meses un amigo. Había sido invitado al menú degustación con su flamante esposa, exquisita viajera sibarita, junto a los muchachos peronistas de la SRL “EL ZEIN”.
Me alquilaron un dos ambientes en Sixto Fernández, linda cueva, lindo gesto subliminal de que iba a ir solo a dormir… era planta baja y me traje los muebles viejos de Caballito, tenía onda y un patiecito de 2×2. Hermoso.
El contacto profesional resulto ser una en cita en «La Diva», de la estación de Lanús, donde la conocí a ella, y llave en mano tomamos medidas ¿Fue por piel y conexión? Nunca me lo preguntare, hicimos juntos un mural en mi depto, ella interpretando mi nuevo proyecto.
La onda del depto quedo mejor, como que capto más la esencia, pero solo lo veía yo. Y sonreía: castings, contrataciones, pruebas, capacitaciones, últimos detalles…
Un día mientras pintaba el mural en el restó y yo la asistía, agregándole maicena a un cabernet viejo y con borra para lograr reducción y hacer tintura, ella me había presentado un bosquejo al ver el lugar y yo le dije que sí de una. Jajaja. Nada de segunda opción, el chef un pollerudo mal… los colores: el verde con clorofila de perejil y espinacas, el amarillo con curry y cúrcuma seca y fresca, el negro con aceto balsámico, soja y tinta de calamar, los tostados con baharat, canela y café, y así.
Ya con el equipo formado a puertas cerradas planeamos un lanzamiento en 15 días, mientras ajustábamos los detalles de terminación del sector parque y exteriores. Nosotros (equipo de camareras, encargado, barman, sommellerie, bacheros, ayudantes cocineros) a full en probar platos, en explicar técnicas, en como servir un vino sin cagarla, de todo vi… con mi amigo como pastelero no eran solo postres, él iba más allá, planeábamos tortas para la cafetería, renegábamos de la heladería, porque nos quitaba espacio de mesas, pero usábamos los helados artesanales posta para los postres, no teníamos una Pacojet (máquina para hacer helado)…
Ese mes se hizo prensa del local y se usaban las gift cards para promocionar la inauguración, era un tríptico, que cerrado al centro, formaba el logo: “un anís estrellado” y al desplegarlo, bueno: cerveza artesanal, cafetería y pastelería, cocina de autor, horno de barro, etc., que linda labor elegir a las chicas educaditas para camarera, para otro episodio… naaa. El equipo se veía sólido y amable, solo me tomó una semana darme cuenta quien sería mi mano derecha en la inauguración y apertura, y a charlar de salario. El menú a practicar y servir, y explicar. En la inauguración, al ser un cocktail, servir tipo tapeo, decidí hacer cucharas, chupitos y pinchos, obvio re Bulli sin tecnología pero con un influjo marroquí, les tire unos kibbe de cordero y yogurt con menta, unas fatay que quedaron por siempre en la carta.
Se me cruzaban los cables en ese mes de capacitación, pre apertura, mucha gente. Fff. Aun a puertas cerradas, me propuse exigir al personal, demasiado, pero necesario. Después nos fuimos acomodando, tanto al cliente como a las necesidades del servicio a causa de prueba y error, gracias al entrenamiento pre apertura. Cada error copado de novato que me hice un defensor de la cocina de autor, del mercado, la estación y la tendencia.
Después de tantos libros, viajes, trabajos, sueños y aprendizajes, sentía que se me estaba dando, pero a la vez sabía que bajaría esa ansiada vorágine, aun sabiendo que la templanza no es mi característica…
Obvio, me vi confundido, solo un ratito, por suerte soy profesional…
El menú de preapertura debería significar todo, expresar la ideología del lugar y trasmitirlo sensitivamente en ese evento público, a puertas abiertas, luminarias destellando de sur a norte, donde la puerta vaivén de la cocina bailo en fiesta con un equipo de cocina y servicio digno de plantel fijo por tres meses.
El menú, o cocktails, era bandejeado y como que le dedique mucho laburo, ya que anticipaba o quería decir mucho del lugar.
El menú se trataba de:
– Un shot de gazpacho con crocante de tocino.
– Unas mini fatay de lomo.
– Unos pinchos morruños de pollo.
– Tabule de quínoa.
– Pato confit con frutos rojos en pan pita.
– Degustación de masitas árabes.
Llegó. Preapertura: el parque, el horno de barro, la panorámica, la banda de jazz, el equipo de cocina (desde el bachero hasta yo) dando la bienvenida y presentando la propuesta, un bochorno acalorante, con todo el plantel de cocina y salón para la foto.
Se inauguraba “EL ZEIN Restó”.
Con Charly creamos las recetas y les enseñamos a unos pocos, entre ellos a Pedro y Charly con Pedro luego a Lety. Igual íbamos variando los postres, tan seguido como el menú, creo que lo hacía para no perder protagonismo, la degustación de masitas árabes nunca salió de la carta. Los panes, nunca masa madre, a full con levadura, cuando mucho Pedro supo laburar con multicereales, centenos, integrales, baguettes y la infaltable pita, esa era nuestra panera diaria.
Tratábamos que durante el servicio el pan salga caliente y con servicio de mesa, no había panera, la camarera te serbia una rebanada a pedido después de presentarte en el plato de pan las tres opciones, una tajada de cada, mientras llegaba el aperitivo, siempre cortesía de la casa, un bocado, un tentempie, una cuchara, una bruschetta, por persona, a modo de abrebocas para que el sommellerie venda un cocktail y empiece el show… ni en los peores momentos dejamos de hacerlo, solo con los menú de promoción…
En síntesis: Gerardo y Luis en los fuegos conmigo y Charly y Pedro en pastelería y panadería, más todo el equipo.
Otra genial idea del cráneo de Cobas fue diseñar unas pizarras en vidrio opaco con el logo tallado donde con fibrones indelebles se podían anunciar de todo o pegar de todo. Los menús eran solo las carpetas, donde se podían imprimir semanal, quincenal o mensualmente desde la básica PC. Ya que tenía una marea de confusión de platos que me costó apuntar el barco a una dirección clara, con una personalidad que se trasmita en los platos, iba solo visceral, estaba por aprender lo cerebral de la administración sin apagar el fuego interno pero sacarme un poco las hormigas de las bolas con la investigación y darle una impronta, desde el primer día de apertura al público. Ese era mi objetivo profesional y personal.
Duraste esta etapa, a nivel escabio, tomaba cerveza todos los días, por las noches al llegar al depto, y fumaba uno, si tenía, para relajar y expandir la mente, haciendo cuadros sinópticos y estudios de mercado, costos y marketing, releyendo manuales de segundo año del IAG, y tratando de aplicarlo al negocio en la administración. No tenía tele, tampoco la quería para el restó, después le terminamos vendiendo el alma al diablo y colocamos una en la cafetería.
Siempre atendiendo, desde mi viejo y al Tano, hasta al verdulero, al carnicero, al de las hierbas, al de los uniformes. Hermoso. O sea no paraba por 18 hs., físicamente, y otras seis meta pensar…
“EL ZEIN casa gourmet” sería un espacio contemporáneo de una cocina mediterránea con ingredientes de estación bajo la influencia de un cocinero con libertad para crear… continuará.



Tratamiento para Hombres Violentos

La implementación de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género ha tenido, entre otras consecuencias, la generalización de programas de intervención con maltratadores en casos de violencia de género aplicados en España. El objetivo de esta investigación es conocer el punto de vista de profesionales especializados/as sobre estos programas. Para ello, se optó por una metodología cualitativa, realizando entrevistas semiestructuradas a 65 informantes clave, esto es, profesionales con experiencia en implementar y/o gestionar y evaluar este tipo de programas. En general, estos/as profesionales estaban satisfechos/as con los programas en los que habían participado y los valoraban de forma positiva, considerando que determinadas características de los participantes y de los propios programas contribuyen a favorecer o dificultar el éxito de estos y que podrían obtenerse mejores resultados al personalizar las intervenciones. Estos resultados ofrecen información valiosa para comprender las dificultades halladas al implementar estos programas y para mejorarlos.

Autoras: Victoria A. Ferrer-Perez, Virginia Ferreiro-Basurto, Capilla Navarro-Guzmán y Esperanza Bosch-Fiol (Departamento de Psicología, Universidad de las Islas Baleares, España).

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[Diario] Paraíso Escondido #8 – Por Diego El Zein

[Diario] Paraíso Escondido #8.

Por Diego El Zein.

Fue lindo volver al barrio, fue sensitivo olfatear como local otra vez. Parando en el viejo pool «El Túnel», de verdad era como pasar por uno a través de amigos de la infancia, ya con nuevas historias. Algunos con hijos, nuevas parejas y otros en la misma. La familia me recibió feliz, época de asados por todos lados, pero yo tenía esa picazón en la sangre nómade de seguir viajando. Aparte en casa las cosas no eran muy naif que digamos, como que sobraba, al menos eso sentía. Ya todo estaba acomodado a mi ausencia.
Desde mediados de octubre a diciembre me quede en casa, y de amigos y amigas, pasando noches de encuentros donde me hacían cocinar y yo, sin rechinar, me llenaba de amor y de momentos, pero ya venía barajando la propuesta de la temporada en Córdoba, en un complejo de cabañas, en Las Rabonas, Valle de Traslasierra: «Paraíso Escondido».
Llame, hice la entrevista y me contrataron para viajar los primeros días de diciembre.
Fue como un festejo en continuidad de bienvenida y despedida de amigos y familia. Otra vez on the road.
El arreglo fue el pago como chef ejecutivo del complejo al final de temporada, más los gastos de vivienda y comida. Con pasajes pagos en mano salí de Retiro un 7 de diciembre, no me olvido más porque es el cumpleaños de Keith Richards. Ya con menos miedos y más confianza, con más experiencia y más precavido en insumos, con más planes y menos improvisado.
El viaje en micro es largo pero paradisiaco. Ya desde la ciudad de Córdoba, las Altas Cumbres por la ruta 38, luego la 14 hasta empalmar con la RN 15 donde nos cruzamos y me recogieron, y subimos la montaña por un camino de ripio. Las vistas lo anticipaban.
Ya antes de viajar mi estigma roquero me hizo averiguar que en esas coordenadas se encontraba la casa donde Luca Prodan vivió y se recuperó de la heroína. Y hoy tenían en su casa el estudio “Las Pelotas”, ítems que me prometí visitar…
El lugar se queda corto en nombre (“Paraíso Escondido”), sin chamuyo un punto visual estratégico de las montañas con unas 12 cabañas, más un restaurante (para 30 personas full adentro y otras tantas en las galerías externas), y una imponente pileta. Enfocaban al Gran Valle, a la ciudad de Mina Clavero y el Dique La Viña.
Y de la cola del Dique La Viña, o sea desde las 25 hectáreas, se divisaban dos partes del lago, por ende cambiaba de nombre. Por costumbre siempre hablo del cielo, este en particular era demasiado, tanto que el dueño Héctor, hoy 81 pirulos, me hacía mirarlo por un estrafalario telescopio fuera del horario laboral (el mejor momento para contemplar las estrellas), su hobbie: mirar constelaciones y contarme historias hasta la madrugada, cerveza de por medio, al pie de la piscina, al modo de atrapasueños. Realmente un viejo sabio, estaba más allá de todo. Me enseño de las compras y los proveedores del pueblo, de las costumbres locales, me paseo por todos los productores locales, iba por el pueblo diciendo que me haría cargo de la cocina del complejo, y hasta hizo construir un bungalow alejado del sendero sólo para mí.
Me detengo un momento para describir la nota de cata de lugar: herbáceo, floral, cítrico, olía a hierba por doquier.
El espacio físico del restaurante estaba bien y al caer temprano, y época de inversión final, sume a su presupuesto algunos utensilios básicos: una cuccipasta y un frezzer más. Mi equipo era medio relámpago: Susana a medio tiempo, era mucama, pero venía con voluntad y alegría a la cocina, y realmente era un roble con experiencia en lo casero. Esto no era alta cocina, había familias, criaturas; sabía que pese a mis putas estrellas me iba a bajar del unicornio de la estrella Michelin. Me subía a una mula cordobesa, contento de laburar en la región.
La onda es que convencí a Alicia para que Susana se quede como ayudante fija. Y esto trajo celos en los caseros nativos por el porteño y su favorita…
Estos dos caseros con odio instalado al porteño sin fundamento, ya que nunca entendieron la diferencia con el bonaerense. Nos intentaron poner piedras pero no les resulto. Con Susan le metíamos para adelante. En mi contrato fui sincero, les pregunte si podía tomar una cerveza al día, no hubo ningún drama. Al toque fueron con el chisme y quedaron en ridículos.
Empecé armando la carta con mi estilo de esa época. Estudié lo regional, había: chivos, buenos cerdos, pequeños productores de quesos de cabra, apicultores, crecían muchas hierbas silvestres, etc. y diseñé un menú de temporada.
Cuando el complejo estaba a full de reservas Alicia y Héctor convocaron a una reunión para despabilarnos de la que se venía, acentuando como videntes los ítems sector por sector. Cuando nos reunieron a todos (Susana, los dos cordobeses mala leche y yo) nos dieron una lección de moral y compañerismo única en mi carrera. En síntesis, les dijeron a los dos mala leche que nos dejen en paz y que se vayan, y nos dieron a entender que sabían lo que hacíamos pero estaban contento con mi labor.
Que ya sabían que nos estábamos tomando 2 birras por día en vez de una, pero que nos la merecíamos ya que habíamos terminado de presentar el menú regional donde la estrella principal eran los raviolones de chivo de Traslasierra con aceite de hierbas silvestres. Y aparte, sin pedírmelo, les presente un tapeo para degustar solamente en el área de piscina, los hizo flipar, y aumentar las ventas, lo recomendaba con algún trago en maridaje, al atardecer, y salían en mini raciones gratis como promoción. Un gol.
En los ratos libres, no había muchos pero el entorno no agotaba, caminaba solo o con Susana, ya éramos compinches, y nos íbamos hasta un arroyo furtivo donde supe encontrar un asiento de piedras para relajar la espalda y cervical. Un milagro de la pachamama otra vez.
Cada tanto y de sorpresa Héctor me daba la camioneta y nos daba el día libre.
De ahí conocimos Nono y la casa de Luca Prodan. Fuimos a morfar a lo bruto a Mina Clavero montón de veces. Y escabiar cual cordobés nativo o solo tomar mate a orillas de algún arrollo.
A los desayunos también les di una vuelta de rosca, haciendo panes caseros, mermeladas de cítricos zonales, quesos de cabra untables, saborizados con las hierbas de lugar, y una miel ilustre que traía un apicultor vecino con un aroma silvestre único. Todo lo que me permitían los productos de la región los incorporaba a los desayunos continentales.
Por las noches había ventanales, y cuando ya todos estaban en sus cabañas Héctor «El Capo» se quedaba a solas murmurando y observando al cielo, con un telescopio de la san puta.
Al principio me daba timidez acercarme pero moría por observar bajo ese telescopio gigante. Hasta que con solo un gesto, me acerco una reposera y me dijo susurrando: “Tráete el vaso” y nos quedamos mirando el cielo. Queda chico, viajando queda grande. No sé. Sumergidos fuera de plano, con el ojo que no apoyaba en la lente, lo tenía ciego. Se veían las constelaciones en nebulosas, se notaban pulsos y sutiles colores. Las fugaces a simple vista. El viejo estaba obsesionado con los satélites, incluso tomaba notas. Para mí era Galileo Galilei, los dos juntos jajaja. Muy buena onda, de pocas palabras, salvo cuando estábamos solos por las noches o arriba de la F100 (1977) que soltaba la lengua de sus años mozos.
Mi bungalow estaba fuera del circuito o del camino de las cabañas, solo el personal sabia del mismo; por ende, no había más que una lamparita al llegar, que mejor no dejarla prendida de noche por los grillos, bichos de luz y mosquitos. Era rustica pero para mí solo, una mansión. La puerta tenía unos centímetros de luz del suelo, se nota quedo corta o falto material, no sé. La onda, que una noche me levante para mear, porque baño privado no tenía, y a oscuras, pise algo viscoso y resbaladizo… por suerte estaba alertado y salte cagado a la cama a capturar la linterna y masacrar a una insignificante viborita nativa inofensiva, lcdsm. También se me colaban docenas de lagartijas y más que un par de sapos o ranotas que daban ganas de lamerlas por su rareza para experimentar alguna alucinación, pero no lo hice.
El clima de la zona era divino, refresca unos 5/7 grados por las noches de verano, que lo hace agradable para prender un fueguito y asar.
Las fiestas, Navidad y Fin de Año, fueron normales, con menos pax, muchos menos pasajeros, por ende sin descuidar a las 3 o 4 familias que estaban en el complejo, nos dimos el lujo de armar otro gran banquete para todo el plantel de guardia. A muchas de las chicas que eran de la zona, por baja demanda, se les dio el día libre, otro gran gesto de la familia. Esa semana conocí a sus hijos: Solange y Gabriel, quien hoy tomaron un poco las riendas del asunto.
Creo que por la segunda semana de enero me llamaron mis viejos anunciando una visita. Estaba contento, podría mostrarles mi trabajo y lo alegre que estaban los patrones y clientes.
Así que llego el día, se quedaron una noche, fueron tratados como reyes del amanecer a la noche, con pileta, morfi, paseos y abrazos. Y “As salam aleikum habibi” (“Que la paz este contigo querido”).
Una noche soñé que hacia un «curanto», una receta prehispánica donde se cocina en un pozo con piedras al rojo vivo y hojas de pangue, lo había visto hacer en Mendoza y Neuquén. Me levante con esa idea, el complejo estaba a pleno, y deseaba que se vendiera como plato especial de cena comunitaria pero sabía que era un laburo y no conseguiría las hojas. Al plantearlo a la gerencia les encanto y al darme la vuelta Héctor me estaba esperando en la camioneta, dejándole a un capataz la orden de que en una hora los quería reunidos a los muchachos de mantenimiento para charla de la labor. Nos fuimos hasta San Javier a la bodega Noble, la cual tiene una historia alucinante desde los Jesuitas, y a Héctor lo re junaban, le regalaron un cajón con 10 kilos de hojas de parra grandotas y frescas ideales para mi curanto. Cada vez lo quería más.
Y de ahí a comprar las hortalizas más frescas del mercado pero la estrella de la ancestral preparación iba a ser… si obvio: un chivo.
Juntar las piedras parejas fue fácil, lo difícil fue traerlas en carretilla desde el arroyo. Al pozo al toque lo tenían hecho los pibes, mientras Héctor armaba un círculo sagrado de ladrillos de obra alrededor de la futura hoguera, y se fueron juntando leños. Trocé la alimaña y preparé: papas, batatas, berenjenas, zapallos, ajos, limones, pimientos, apios enteros, zanahorias, junte kilos de hierbas, etc.
En síntesis. Me queme a full y por falta de experiencia algunos vegetales también pero supe disimular ante las cámaras, ya que Héctor filmaba todo, y al destapar el festín aborigen, haciéndome el boludo para emplatar en fuentones en la cocina, descartamos algunos cortes de vegetales carbonizados. Y eso que hice el ritual de echarle todo el jugo de la marinada que eran cuatros botellas de tinto que le aportaron humedad, sabor y aroma. Fue un logro y un asunto pendiente logrado satisfactoriamente, y de gran redituabilidad para la casa: pagando cubierto por el curanto casi 30 personas, muchos otros comieron a la carta; y alguna que otra buena propina que repartí a los muchachos que hicieron el trabajo duro. Otro gol.
Solo me faltó realizar una huerta, estuvo la propuesta y las ganas pero no hubo tiempo para hacerla y verla crecer. Hubiera sido una huerta orgánica sustentable, con aromáticas para alejar a los bichos, donde todos los productos usados en el restaurante sean de la tierra de ese paraíso. Con la ayuda de la pachamama tal vez hubiera sido el primero en su tipo, el lugar lo brindaba todo, hoy es muy común el concepto de la huerta a la mesa, quizás hubiéramos merecido una estrella Michelin ¡Quién sabe! Pero un adelantado fui, desorganizado y a mi modo.
La verdad fue otra etapa feliz. También había una chica muy bonita que me gustó durante los 4 meses pero al ser casada y formar parte del plantel nunca me jugué por esas historias donde dejas y tiras todo por la borda por amor.
Y mucho menos me hubiera aceptado ella mí propuesta…
Se pasaron volando los 4 meses. La verdad era encantador darlo todo, lo mejor de uno, físico, mental y emocional como dice una vieja querida, pero con tanta gratitud.
Algunas mañanas eran un alboroto, Alicia «La Matrona», muy bella mujer, era la que más hacia, ida y vuelta docenas de veces al día. Subía y bajaba el sendero controlando labores de limpieza de cabañas y mantenimiento externo, saludando y colgándose en exceso en charlas con propósitos turísticos con los visitantes. Ella estaba en todo, desde atender el teléfono, hasta servir canapés en la pileta, no se le caían los anillos por nada, era la más activa, Héctor manejaba más la obra y las compras. Una amorosa de este paraíso, sí ella…
Con Marta y Luis a la larga nos amigamos, no nos quedaba otra, estábamos conviviendo en medio de la montaña y no daba para una guerrilla de quien nació en donde y los prejuicios de la gilada. Me costó demostrarles que no era un porteño fanfarrón, preguntándoles que querían comer ellos y sus dos hijos todos los días. Más allá de casi imponerles el menú diagramado para el personal, probaron todos los platos de la carta.
La carta tenía, además de los ya recontra nombrados raviolones:
– Milanesas de costillas de cerdo con hueso (algo muy común hoy pero no esa época), más distintas guarniciones.
– Pasta y salsa del día.
– Keppe, con la receta de mi abuelo libanés, con la menta del lugar pues abundaba.
– Solomillo de cerdo y vacuno con hongos y vegetales asados.
– Pastel de papas con aceitunas de la finca lindera.
– Tabla de quesos y fiambres de Traslasierra.
– Postres clásicos y algún semifreddo de lavanda…
No había una carta formal sino una pizarra que elaboraba con los productos locales del día. Cuando nos hicimos populares tuve que formalizar la propuesta.
En 4 meses fui cambiando y sobre todo cocinando mucho a pedido de las familias alojadas, que venían con un chivo al hombro, re felices, al grito: “Chef me lo haces a la parrilla adobado”, y así con costillares, chanchos, truchas y pejerreyes, cuando había algo fresco lo ponía en la carta como plato del día.
Con dos días de anticipación recibimos la noticia, que ya se venía corriendo en Las Rabonas, Nono y Mina Clavero. De que un nuevo cocinero estaba dándole color al valle con recetas creativas e ingredientes autóctonos, según la radio, y que Canal Rural subiría para hacer una nota. Alta presión. Ahí fui yo quien convocó una reunión, y nos dispusimos a poner lo mejor de todos, más allá de los pequeños roses, por el bien común del complejo. Era una orden, si había una cara de orto quedaba afuera del corto publicitario.
Fue una de panacea. Me dio tiempo para preparar un largo mesón al borde de la pileta, con manjares de productores en exposición: salamines, quesos varios, conservas, un chivito al asador, ensaladas varias, guarniciones al horno y algunos vinos de la zona (algunos resultaron una agradable sorpresa), más la miel de un apicultor vecino (era traslasierra en néctar) que hicieron de inspiración a los postres, y un sin fin de platillos ¡Existe una filmación!
Venía observando en las visitas de Ludovica que se negaba al mate y traía sus yuyos, me pedía que le caliente el agua a 90 grados en una tetera china de fundición con mango de bambú ¡Divina! Y la excusa para entablar la charla fue la pregunta de qué té tomaba, por mis adentros, pensaba que me iba a tirar un Ooh Long chino de tal región o verde, rojo o negro de alguna provincia loca de China, siempre delirando. Me dijo que recolectaba lo mismo que yo tenía frente a mis ojos: poleo, manzanilla, menta, cascaritas de cítricos, y que obvio tenía una linda colección de tés chinos y le encantaba la ceremonia. Una persona muy elevada y humilde a la vez, de las pocas que les creo que es un ser de luz. Ya me iba encandilando.
Esa misma tarde me propuso, en una semana, con aprobación gerencial, estábamos todos en la mesa, hacer una cena privada para unos amigos de ella en el resto, pero que le diseñara un menú vegetariano, con acceso a otro menú no vegetariano, si algún carnívoro quería algo siempre tiene tenía disponibilidad. Hice una producción para 19 personas, si sobraba mejor, de los cuales 17 eran menús exclusivamente vegetaríamos.
Que copado pero estresante, quería dejar una huella en esa arena ¡Se me ocurrieron cada ridiculeces! Con el concepto de emplatado en honor al universo que me da pudor recordarlo, más el desafío de volarle la gorra con algo vegetariano que no es lo mío. Me desveló casi toda la semana, haciendo pruebas y dibujando sorrentinos con anillos de ciboulette cual Saturno ¡Cualquiera! Fff.
No estaba en el Bulli para usar nitrógeno y hacerle anillos astronómicos, ni los instrumentos para hacer todo un universo culinario futurista. Para ver el universo teníamos el súper telescópico.
Al fin logre un menú, creo que decente y serio, totalmente vegetariano, no vegano, y de un emplatado moderno para la época pero terrenal. Cacho de boludo por Dios…
Llego el día, el cielo era para ella, el salón aclimatado con velas y música según su demanda.
Menú:
– Aperitivo: gazpacho tradicional con penquita de apio, tabasco y galleta de avena.
– Entrada: strudel de vegetales al wock con semillas de sésamo y mix de verdes con vinagreta de mostaza a la antigua y miel.
– Principal: pasta integral de ricota de cabra y berro con salteado de hongos en aceite de maní.
– Postre: torta húmeda de algarroba y quinotos con syrup de tomillo alimonado silvestre.
Al final se sumaron a la mesa 4 comensales más. Todo salió de lujo.
Esa larga noche se hizo traer su súper telescopio, ella lo llamaba de otra manera… fue magistral. Repartió su horóscopo chino 2003 por doquier, del cual conservo un ejemplar autografiado emotivamente. Otra noche que la profesión me regalaba.
Con el postre, a modo de regalo oriental, tratando de imitar con las chicas el ritual, le servimos té pero de un blend recolectado en el terreno de “Paraíso Escondido”, eran las mismas tierras que las de su casa; ese gesto sello la cena con un mimo.
El ultimo día ya tenía un nuevo destino pero recreativo esta vez, me iría a San Rafael (Mendoza) a encontrarme con Marcelo y Claudio (hermanos, amigos del barrio de siempre), donde nos hospedarían sus tíos… coordiné para estar solo un par de noches en Merlo, San Luis, y conocer su famoso micro clima, tenía plata y hacía calor. Se portaron tan generosos que ni las birras ni los puchos nos descontaron, que pensábamos estábamos pagando a cuenta. Lo que se dice un trabajo feliz. Un paraíso escondido que tuve la suerte de descubrir, y no solo el paisaje hizo el paraíso sino la gente con la que me tocó trabajar.
Por si quieren descubrir el “Paraíso Escondido”: http://www.paraisoescondido.com/
Después de un par de años de inaugurar mi propio proyecto, de sentir que estaba en mi lugar en el mundo, a nivel espacio de libertad y creatividad, con mi propio restaurante, Héctor y Alicia vinieron a visitarme de sorpresa y fueron agasajados de la mejor manera posible.
Susana trabajo unos años en “ElZein casa gourmet” pero por problemas ajenos a mi persona renunció y perdí todo contacto.
Continuará…


Perfil Psicopatológico de los Hombres Maltratadores

Los objetivos de este artículo han sido analizar las características psicopatológicas y de personalidad que presentan los hombres violentos contra la pareja, así como detectar sus principales distorsiones cognitivas, y establecer una tipología de agresores. Asimismo, se describe un programa de intervención cognitivo-conductual, aplicado en un formato individual de 20 sesiones en un marco comunitario, que se ha llevado a cabo durante 10 años.
La tasa de éxitos fue del 88% en los sujetos que completaban el tratamiento. A pesar de la pérdida de pacientes en los seguimientos (un 46% a los 12 meses), los resultados se mantuvieron en los pacientes contactados (un 53% a los 12 meses), con una disminución considerable de las recaídas. Sin embargo, la tasa de rechazos y abandonos del tratamiento fue más bien alta. Se comentan las implicaciones de este estudio para la práctica clínica, la toma de decisiones políticas y las líneas de investigación futuras.

Autores: Enrique Echeburúa y Pedro J. Amor (España).

Leer artículo completo:
psicopatologia-y-personalidad-de-los-hombres-maltratadores

[Diario] San Martín de los Andes y los duendes forasteros #7 – Por Diego El Zein

[Diario] San Martín de los Andes y los duendes forasteros #7.

Por Diego El Zein.

Al concluir los tres meses del contrato de pasantía en “la hacienda” el IAG propone un período de tres meses más; Charly y Martín, dos de mis más cercanos, se volvieron, yo acepté y la Chechu también. La Pampa ya no era la misma y yo me sentía quemado, con ganas de salir a ganar algunos duros.
Aguanté dos meses más, mientras me asegure un trabajo duro de una semana: “La feria de Abril” una fiesta típica andaluza donde en cada pueblo cientos de casetas, hoy food trucks, se reúnen en espacios públicos brindando comidas típicas y espectáculos. Una semana de curro (recuerdo que me podía comprar un autito de un modelo 10 años más viejo que el 2000) despachando, bocatas de jabugo, tortillas, pescaíto frito, chocos (sepia frita), paellas a la leña. Solo como ayudante, no me dejaban a cargo ni locos. Hermosa experiencia de tradición. Mientras seguía durmiendo en La Pampa de polizón, sabía que al renunciar al “Bulli” en cualquier momento me rajarían. Mi prioridad era tramitar un permiso o visa de trabajo, ya tenía visto al segundo hotel en importancia del pueblo. Un 4 estrellas, “El Gran Solucar”, más de tránsito, más accesible, de grandes contingentes de jubilados y especializado en banquetes de bodas y espectáculos internacionales de flamenco.
La verdad que con la carta de recomendación del “Bulli” me tomaron al toque y me permitieron seguir con una hermosa changa que tenía los domingos en un pintoresco restaurante muy típico, solamente de pescados y mariscos: “La Coquiña”, donde me desempeñé como auxiliar del maestro sommelier Francisco «Paco» Morel. Bajo su ala, al limpiar y acomodar la cava, me enseñó todas las denominaciones de origen de España, y me permitía ser parte del servicio, les caía simpático el argentino. Las propinas eran buenas pero flasheaba con la cocina abierta y como el chef, su mujer y su hijo, trataban a los productos del mar. Tenía la máquina para hacer pil pil, era alquimia al plato.
En el hotel me ayudaron a full con un sueldo muy respetable, me podía alquilar un piso con la cuarta parte del mismo, e hicieron todo lo posible para tramitarme el permiso de trabajo bajo el membrete del hotel. Pero no hubo caso, mi agotamiento de ser un paria, de pagar multas por retrasar mi ticket aéreo, y extrañar un poco. Después de más de un año me volví.
Las despedidas fueron de bar en bar con todo el plantel del “Benazuza”, del “Solucar” y de la “Coquiña”, y los amigos del pueblo. Hay muchas fotos pero si bien tengo huevos para escribir autobiográfico no soy piromaníaco, como le dije a un gran amigo de la infancia en estos días…
Ya en el aeropuerto de Barajas tenía 4 hs. con mi insoportable gigante maleta que no entraba en ningún locker pero arreglé en las oficinas de despacho para que me la guarden, salí por las ultimas tapas y cañas por Madrid.
Al llegar a casa todo muy lindo pero la realidad económica del país era en una palabra: “Acorralados”. Las ofertas de laburo que agarraba no me duraban más de tres meses. En mi casa no me sentía cómodo, con mi pieza pasillo, quería mi espacio. Y sin dudarlo contacté de nuevo a mi viejo amigo del instituto y aventuras porno: Juan Pablo Ratti. Juntos replanteamos el sueño de hacer temporada en la Patagonia. Me mudé unos días con él para ajustar detalles, comprarnos las mochilas y salir juntos rumbo a San Martin de los Andes.
Nos alojamos en hostel céntrico llamado “Rucahué”, donde compartíamos la habitación con un tal Augusto y otro chaval que no recuerdo el nombre. Al toque empezó nuestro plan de plagar el valle de curriculums y conocer la zona. Mientras pegábamos onda con los gringos y los pasajeros del hostel nos hicimos amigos de Augusto, buen pibe algo cabrón por su formación en escuela militar, y de Micaela. Una gran mujer de familia bien pero que no se adaptaba a la riqueza familiar y vivía como una hippy con la tarjeta de papá. Ojo que yo también tenía mis manguitos y la tarjeta de papá para algún rescate. Hasta ahora en secreto.
Todos los gastos eran parejos pero llegamos a fin de temporada y se nos ocurrió, al ver a los gringos comer mierda todo el día, aprovechar la cocina comunitaria y cocinarles a pedido o un plato del día para sacar unos mangos, aunque sea para la estadía, previo permiso a los dueños. Nos dieron el ok y nos fue re bien. Si querían asado, se cobraba aparte. Igual cocinábamos Chichi y yo y la renta gratis la disfrutaba también Augusto, quien ayudaba en las compras y nos daba una mano en todo. Todo bien.
Y bueno, así se pasaron dos temporadas hermosas. Nunca había visto la nieve. De ahí en adelante las emociones vividas fueron más que intensas, de compañerismo, de tirar juntos por un sueño, de no doblegarnos tan fácil ante las adversidades.
Una de las experiencias inolvidables fue cuando en un paseo por un sendero dentro del Parque Nacional Nahuel Huapi se nos colaron un par de perros que estaban agazapados atrás de unas rocas como al acecho de unos giles. En la reja de acceso tremendo cartel decía: «Prohibido ingresar con perros, Ley N° xxx”, la onda fue que llevamos a unas chicas holandesas y se mandaron dos gigantes perros, imposibles de pararlos a cascotazos; entramos en pánico y tratamos de seguirles la huellas hasta que los vemos correr llegando a un corral de borreguitos y despedazar a uno cual Jack el Destripador. A la mierda el paseo. Nos quedamos en el lugar, paralizados y traumatizados viendo como despellejaban al corderito, decididos a hacernos cargo y que la comunidad mapuche nos vea desde arriba para hablar. En fin, Micaela y su Amex término pagando el borrego al precio del mismo pero en un tres estrellas Michelin en Dubái, pero quedamos bien con la comunidad y los perros fueron sacrificados. Esa desgracia trajo una bendición, el cacique nos convocó a que traigamos gringos para un asado de corderos criados en su zona, bajo sus costumbres y cocinados en un lugar secreto, nos invitaban como cocineros narradores visuales y que con suerte algo podíamos ayudar, solo aprender y comer gratis; pero que convoquemos gringos con guita.
Esa noche jamás la olvidaremos. Solo había un sponsor de una bodega patagónica de prestigio, puso unos merlot y pinot noir de la zona, y 80 invitados VIPS. Música nativa, rituales de bailes y el resto era cielo, montaña y esa hoguera inmensa rodeada de 30 corderos, más guarniciones típicas realizadas por manos femeninas adorables con quien también colaboramos. Un sueño, me sentía Francis Mallmann. No nos separamos nunca del cabecilla en jefe de todo éste gran asador y aunque de pocas palabras con el vino se le iba aflojando la lengua. Y algunos secretos nos tiró. Acá va uno: al adobo o salmuera le ponía “merkén o merquén”, especie de pimentón andino autóctono. Les dimos de morfar y beber bajo las estrellas, y una carpa hasta el intendente. Lejos el mejor asado de mi vida. Y así pasamos hasta el amanecer, obvio Mica y Augusto fueron invitados a esa noche histórica.
Esa noche entre olor a cordero de corral se sentían barandasos de porro rico, y despertó las antenitas de Juan y mías Al toque fuimos en la búsqueda. No sé quién de los dos tiene el nazo más grande pero había varios gringos fumando buena hierba holandesa. Había un precio de menú con copa de vino o cerveza. Al ver el agujero de festividad…
– Chicos les conseguimos una botella de pinot a cambio de 2 porros.
– Hola girls do you want more champagne. If you have same mota? Ok.
Un lujo. La noche, el asado, el intercambio multicultural. Algo para contarles a los nietos, recuerdo dijo Chichi.
No recibimos paga oficial, ya que seguíamos pagando el descuido de los perros en el parque nacional, pero si un gran banquete, una cama cómoda, unas generosas propinas de todos los colores… Más unas flores importadas que ni les cuento. Las hicimos durar un mes bajo el estricto racionamiento militar del cabo Augusto. Aunque con Juan nos reservamos unos finitos que compartimos en charlas intimas tristes y alegres alejados de la cabaña…
Y acá ocurrió la primera desgracia…
Empezaron a desaparecer objetos del hostel, ropa de nieve, tablas de snowboard, cosas caras, y en tres días saltó la ficha en una junta de quién o qué carajo pasaba. La cuestión que nos tildaron de sospechosos. Antes de escribir el episodio, fue Juan quien me recordó ésta anécdota por video llamada, es que nosotros sabíamos quien fue y estaba en nuestra pieza, de hecho, se escapó y la policía lo agarro en la terminal. Por ese gil quedamos pegados pero nosotros nunca les tocamos nada a nadie, bastante les currábamos cobrándoles bien con las comidas.
En fin, al menos pasamos un mes viviendo, comiendo y ahorrando. Ahí fue cuando con Micaela nos encargamos de buscar un nuevo refugio, teníamos tres días, dinero y era temporada baja. No iba ser difícil. Enseguida dimos con un estanciero, hombre patagónico de ley, que tenía unas cabañitas alpinas, al sur del centro. Le contamos que éramos 4 pero que 2 dormirían en una habitación, Mica y Augusto ya filiaban. El triangulito de cabaña abajo tenía la cocina, el baño y comedor con una gran salamandra con sillones, y arriba dos piecitas. La fuimos a ver los 4 y nos encantó, firmamos Mica y yo. Pagamos los cuatro y nuevo hogar, solo había tres en el terreno. La vista era magnifica.
En el terreno con vecinos, de derecha a izquierda, estábamos: nosotros, seguidos de una pareja re copada que hacia un programa de radio pirata llamado “Fun”. Muchas veces salíamos al aire para promocionar algún lugar de laburo o nuestro proyecto, que ahora voy a contar. Y en la otra cabaña vivía una señora, un tanto ermitaña, con su gato, que trabajaba para una cooperativa telefónica. Había un jardincito que arreglamos y cada uno plantó un árbol. El proyecto fantasma se trataba de recorrer todos los hoteles y restaurantes de la ciudad, solo con una cámara de fotos digital de Micaela, toda una novedad, con la excusa/chamuyo que al ser egresados gastronómicos estábamos armando una página web, otra novedad. Casi no había manera de comprobarlo. Y así, comimos y bebimos gratis, supuestamente para favorecer a la industria hotelera gastronómica de la región. Micaela estudiaba administración de empresas y su familia era de origen judío, muy hábil en los negocios. Si bien renegaba de sus orígenes los supo emplear muy bien en este caso. Aparte nos abrió las puertas en lo laboral a pleno.
Apenas nos mudamos me hice traer por encomienda un mini set de cocina, nos salvó la vida (al irme se los deje y prometieron mandármelos, así fue, a los 3 meses cuando la cabañita ya estaba despoblada me llegaron mis cosas, cumplieron como duques).
En la cabaña nos llevamos bien. Micaela era la jefa de proyectos, Juan el pecho a las balas, Augusto nos disciplinaba en raciones, yo abría puertas con mi CV. Los mínimos roces, los tuve con él, por educación y formación previa de cada uno, pero nada significativo.
Al toque arrancamos a laburar juntos en “Los Notros”, frente al casino. Un hervidero. No teníamos horario, no veíamos el sol, no había diferencia entre turno y otro. Apenas teníamos unos minutos caíamos desmayados sobre las bolsas de harina y los manteles sucios, de almohada, y dormitábamos un rato. Los mismos clientes del medio día pasaban la tarde en el casino y volvían a cenar, y así toda una semana.
Pero como primera experiencia de aprender a laburar truchas y ciervo fue un lujo. Juan se quedó.
A mí me llamaron de la “Pierrade”, donde el chef era Pablo Buzzo, una esquina a todo trapo con una propuesta de montaña, la cocina era un container adaptado a leña de lenga con agujeros tapados con piedras volcánicas para cocinar sobre ellas o poner calderos, raclettes, discos de arado y fondues. La verdad daba miedito, aún nevando hacia como 60 grados con las puertas abiertas, el techo de madera y una campana de extracción obsoleta. Pero bue estuvo bueno, me re cagué quemando. Todavía se me notan algunas marcas pero alta experiencia, aunque después de un año me contaron que se prendió fuego, destrucción total.
Después volví otro tiempo a “Los Notros”. Hasta que recibí una propuesta como jefe de cocina en el restaurante de sistema libre, el único de la ciudad en esa época: «El tenedor». El más grande del pueblo, recuerdo que tenía capacidad para 500 comensales, yo extrañaba y estaba capacitado para esa adrenalina, y por mi experiencia en el “El Gran Solucar” creo que fui convocado. La cocina no se correspondía con el salón, como suele suceder en Argentina, ni cámara frigorífica adecuada, ni instalaciones en completo funcionamiento, una mugre para un batallón y lo más triste es que la brigada de cocina y las chicas del salón, al plantear una reunión de presentación, me vomitaron los mil problemas que transitaban: que les debían siempre un mes de trabajo, que la mayoría estaba en negro, que el encargado era un garca que se afanaba las propinas. Se dijeron en la jeta, que el dueño era un holograma que aparecía una vez por mes, que los hacían quedar después de turno para limpiar y no les tiraban ni un mango extra. Allah, en donde me metí… Por mi parte observé el mismo desgano de los cocineros, la minúscula cámara, atestada, no permitía guardar la mitad de la mercadería requerida para 500 comensales diarios por turno. Logré: hablar con el dueño, comprar un freezer grande, que un día por semana fuera de horario paguen horas extras solo para limpieza profunda, que realicen algunos controles de plagas. Un poco las caras y el ánimo cambió, pero el encargado, encargado en cagarla, seguía metiendo la mano en la lata. No cumplía con las fechas de controles de plagas, me traía ciervos en toneles de plástico ya despostados por la noche y quedaban inundados en su sangre y nubes de moscas, así casi tres meses. Un día al, ser el primero en llegar, prendo las luces y veo sobre la mesada un pack de maples de huevos rodeado de al menos unas 15/16 ratas tamaño liebre devorándoselos. Ahí dije chau chau. Me pagaron al toque porque era para quilombo e igual lo fue. Hice la denuncia en el municipio y a la semana lo clausuraron. Creo que algunas vidas salvé.
Pase por “Bettys Fondues”, este tipo sí era loco, el local estaba lleno de animales embalsamados: avestruces, lechuzas, pavos, liebres, ciervos, truchas… formaban parte del salón, era lúgubre con candelabros y escopetas antiguas en las paredes, se destacaba por su cocina de caza; hacíamos liebre al chocolate, ciervo a la cazadora, jabalí con morillas, y por supuesto los dos clásicos fondues.; aprendí mucho de desposte y clásicos, sobretodo. Pero el dueño era el hijo de la famosa Betty, quien era una suiza y había fallecido hacia un par de años, y parece le había dejado una herencia jugosa porque a los dos meses decidió irse a Suiza, dejando el local intacto.
Después de muchos excesos en España, no fue una época de vicios ni de descontrol. Tomábamos un vino a la noche o unas birras, un par de borracheras en el boliche. El porro era imposible, no se conseguía, y cuando alguien pegaba era carísimo.
Pero hubo épocas malas, muchas. Fuera de temporada era imposible casi morfar, pagar el alquiler, fumar o tomar un té por falta de laburo. Hacíamos ayunos de muy mal humor, ahí empecé a usar la tarjeta y comencé deprimirme. El clima era filoso y los alimentos se guardaban bajo la almohada. Todo comenzó aquella caminata en solitario hacia la vieja usina, apareció de la nada una señora y me contó un poco de la historia de la misma. También me dijo, y me quedo grabado, que el pueblo era famoso por la cantidad de suicidios al no tener horizonte y estar hundido entre montañas, la gente solía deprimirse mucho. Hacía rato andaba medio bajón y me sentía solo. Augusto y Mica, estaban en pareja, y Juan también. Ya casi no salía, solo me encerraba a leer todo el día. Una noche al sentirme vacío y loco en la pequeña cabaña la noté gigante, se me dio por agarrar una lata de Poxiran
Estaba solo y perdido, y no sé qué duende me atrapó que me pegue un viaje de etanol en remera en el jardín, con temperaturas bajo cero. Me rescato Chichi, encontrándome casi petrificado, verborrágico… tenía aferrada una carta escrita de puño y letra, expresando mi estado de angustia. Él no sabe que decía, o no me quiere decir, yo tampoco lo recuerdo. Sé que me acomodó frente a la salamandra, mientras yo seguía el viaje astral del diálogo con duendes. Casi muero de hipotermia. Fue por el tolueno del Poxiran. Un asco. Ese duende se aprovechó de mis debilidades, de mis impulsos autos destructivos. Todavía no sé cuál fue el motivo que disparó esa acción pero él se apoderó de mí. Ese día decidí volverme.
Decidí irme, sentí que debía seguir mi camino y encontrar mi lugar en este mundo.
A los tres meses ya todos nos habíamos ido. Micaela estuvo viviendo en España unos años. Augusto volvió a su pueblo con su padre. Juan tuvo a su primer hijo: Olaf. Levantó a full pizza “Cala”, después se fue unos años a Tandil. Regresó por revancha con otra mujer y otra hija: Emilia, donde hoy tiene la concesión del resto en Valle Escondido.

Violencia de Género en Noviazgos Adolescentes

El objetivo del presente trabajo fue estudiar las conductas agresivas en las relaciones de pareja de adolescentes de la provincia de Huelva (España) y su relación con determinadas variables (sexismo, tolerancia a la frustración, conflictividad interparental, problemas externalizantes). Para ello, se realizó un estudio transversal con cuestionarios sobre una muestra de estudiantes formada por 716 sujetos (398 chicas y 314 chicos), de edades comprendidas entre los 14 y 20 años. Los resultados indicaron que la violencia verbal-emocional era el subtipo de agresión más frecuente entre las parejas adolescentes con independencia del sexo. Las chicas fueron señaladas como más ejecutoras de violencia física y verbal-emocional, mientras que los chicos cometieron más violencia de tipo relacional y sexual.
Los análisis en función de la edad revelaron una disminución de la agresión física y un aumento de la agresión sexual conforme se incrementaba la edad del sujeto. El sexismo, la escasa tolerancia a la frustración y la existencia de problemas externalizantes fueron los factores relacionados con la práctica de comportamientos violentos en las relaciones de pareja.

Autores: María Pazos Gómez, Alfredo Oliva Delgado y Ángel Hernando Gómez (Universidad de Huelva, Universidad de Sevilla, España).

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