[Diario] Madurar un poco #3 – Por Diego El Zein

[Diario] Madurar un poco #3.

Por Diego El Zein.

Mis 15 años en mi barrio natal, Banfield Oeste. Salir a bailar con mi amigo hermano Leonardo Adrián Rodríguez, que éramos tarjeteros de matiné y tener algunos encuentros virginales. La posta es que andábamos casi todo el día después del cole en la calle, en el barrio con los pibes. Los pibes eran en su 90% nenes de padres ricos, compartíamos nuestra pasión por el skate, por el picadito cordón a cordón sobre empedrado y por las fogatas. Hago referencia a nenes de padres ricos ya que si bien entre nosotros casi no había problemas (casi) sociales, se notaba, por ejemplo, que a ellos sus papis les traían sus tablas Powell Peralta, con sus súper ruedas y sus Vans exclusivas para este deporte, más  toda la parafernalia. Solo unos pocos teníamos nuestra querida Agression de fabricación nacional ¡Un caño! La fabricaba el hermano de Javier Tainta, un gran compañero de la primaria. Era un gran Fiat pero no una Ferrari.
Usábamos las pocas calles asfaltadas que había y que hoy siguen siendo las mismas porque los vecinos quieren,  parece bien conservar el empedrado.
Bueno, igual empatizábamos jugando al futbol hasta con los que no tenían skate, y también se sumaban los más grandes. Los intocables. Los dueños de la esquina. Los pibes que ya tenían 18 o más años. Ellos se vestían como rockeros, no nos daban ni la hora pero cuando estaban en simpáticos o re locos jugaban con nosotros. Hasta el día de hoy mantengo una amistad con ellos; paradójicamente no conservo lazos con los de mi edad, salvo un par.
Cuando hacíamos una pausa ellos compraban Coca Cola y Pringles y nosotros Cindor y Jorgito. Una vez, prendimos una fogata tan grosa que alcanzo los cables de luz y se empezaron a prender como  dinamita. Nosotros hipnóticos nos regocijábamos escuchando alguna banda thrash, compartiendo discman, hasta que una pobre vecina, aún vive, se acercó y me encaro a mí. Y me dijo: «Escúchame hijo ¿Qué hicieron? ¿Están locos? Tienen que apagar esto, es una desgracia, van a incendiar el barrio». Emoji cara pensativa.
Yo re guarango, rebelde, pendejo, mal aprendido, y con fuego, le conteste, con las dos manos en mi entre pierna: «Apágame el fuego interno vieja de mierda». Y bueee.
Ahora me cae la ficha. La mayoría de estos pibes ricos jugaban al rugby, es actual o para mí como que recién sale a la luz  esa sub cultura cobarde que discrimina al más pobre o hace daño al que no pertenece. Lo viví. Mi abuelo me hizo, nos hizo, una re rampa de street y estábamos todos re contentos. Un día estaba en cama y vinieron a pedírmela, obvio, mi vieja se las dio. Hete aquí que a las 4 o 5 horas apareció hecha trizas en la puerta de mi casa. No eran todos hijos de puta, eran dos o tres. Otra vez, mientras hacían unos patys y salchichas en el cordón de la vereda de una obra en construcción, veo mi skate rodando directamente al fuego, empujado por un patodón de un nacido en cuna de oro, falto de amor al prójimo. Resultado: una gran cagada a trompadas. Ahí, empecé a laburar y dejé a los malditos inentendibles niños ricos malos.
¡Importante! No todos eran hijos puta, solo 3 de ellos. De la pandilla 5 de ellos iban al mismo colegio y 2 eran buenos pibes. El Santi con su cultura musical me hizo escuchar los primeros vinilos de rock de los Stones, Queen y Kiss. Y el Chemo era un santo, discriminado por pobre como Leo y yo. Una vez Leito, todo contento, trajo una pelota Adidas Jalisco Mundial 86, oficial, a estrenar. Estos barbaros la reventaron a patadones contra una pared de ladrillos puntiagudos, la tajearon toda. Se habla de la tristeza de los chicos ricos pero estos tenían odio.
¡Ya está! El ciclo de la vida continúa. Nosotros seguimos juntándonos haciendo fueguito y tirando unas carnes en armonía. Ellos seguirán juntándose a tomar champagne mientras su galera se moja cuando llueve.
Recapitulando. No nos daba el piné, hablo en plural porque cuando lo lea Lea se sentirá identificado, él ya sabe. No nos daba porque yo recibía una guita por semana y siempre les pedía un poco más. Hasta que un día vino mi viejo, cabrón, pero realista y salvador, y me dijo: “Querés más guita vago de mierda, vení a laburar conmigo a la lanera».
Por dentro pensé: “Basta de quejas vecinales por juntar soretes de perros y elegir una ventana abierta para arrojarlos a la casa más cheta ¡Un poco de madures! Es guita para el baile. Aparte, sos el hijo del dueño ¿Qué puede salir mal? …”.
Hubo pocos cambios tan rápidos y radicales en mi vida como este.
Mi viejo se levantó, me hizo un mate cocido, se fue una hora antes, me dejo plata para el bondi y me aclaro con su típica carita simpática amorosa: llega temprano o arrancamos mal.
Él es así, un dulce de leche en algunas acciones y caracúlico y cabrón. Suele estallar de ira fácilmente aunque jamás nos levantó la mano ni agredió más allá de lo verbalmente merecido.
Bueno sigamos. Al arrancar en la lanera mi viejo ya le había dado instrucciones a la encargada sobre mis actividades. Limpiar el baño, los depósitos, el pasillo, el entrepiso, ayudar a bajar y acomodar mercadería, pasarle limpia vidrios a las vidrieras, hacer los mandados, aprender a atender a la gente, memorizar los 300 artículos, hacer los bancos, barrer la vereda. Y podría seguir. Odié los primeros meses pero al día de hoy se lo agradezco infinitamente. Me hizo entender lo que es empezar de abajo. Aparte las empleadas me adoptaron de una manera tan copada que pegamos buena onda. Y así termine el secundario. Con un laburo familiar cómodo donde, en esa época, llegue a ser vendedor y chamuyaba a las doñas; horas de charla para vender tres mangos, terminaba con la boca seca, pero ya a esa altura eran las chicas quienes me hacían el café o iban a comprar facturas. Me lo había ganado, ya éramos compañeros.
Pero el tiempo pasa. Algunas se fueron, las temporadas fueron mermando, mi padre me responsabilizo de la caja. Era el encargado y empezaba la facu. Me anote en la UNLZ (Universidad Nacional de Lomas de Zamora), junto a mi amigo y hermano Leonardo, en la carrera de Licenciatura en Publicidad que a la mitad de materias cursadas podíamos cambiar a periodismo.
El noble cabrón de mi viejo me permitía cambiar horarios, faltar y manejarme libremente para estudiar. Un crack.
Hasta que la cagué, o la tuve que vivir. Al tercer año, después de trabajar y estudiar, y salir, muchas materias no metía. Leo ya había tirado la toalla por una novia, hoy su mujer, y por algún motivo familiar y otras yerbas. Y yo curtía el «Grato café», de esquina banfileña, el bar de levante, de semi elegante sport, chiquito, casi exclusivo, de barrio, reducto de jóvenes con sed de sexo casual, los reservados, en la parte de arriba, eran telos gratis, la consumición era más cara pero podías hacer lo que quisieras.
Había un DJ, muy copado, su hermana y su troupe de amigas, cual fans asistían religiosamente al grato café. Yo ya estaba embobado con Cecilia, rubia, tez trigueña, ojos verdes. Era la hermana de Martin, el extasiado DJ. Una noche sin mucho esfuerzo nos besamos, y algo más. Mis amigos se fueron preguntándome que iba a hacer. Mi respuesta, de embobado, fue que me quedaba para esperar hasta que ella se vaya con el hermano. Me miraron con desconfianza pero me dejaron ser con alegría.
Ahí arranco una montaña rusa. Ya tenía registro, al Gol blanco 94 de mi vieja lo usaba más que ella. Iba del laburo a la facu y de ahí calzada a verla a la Chechu. Más de una vez mis amigos me juraron haberla visto con otro. Yo me enojaba y no les creía. Nada grabe con ellos. La confrontaba a ella y me ponía sus dedos, con uñas hermosas pintadas, en mi boca y bajaba suavemente hasta mi sexo, me dejaba seco, y limpiaba su culpa. Automáticamente le daba el indulto. Ella 24 y yo 18. Ella terminando el profesorado de Educación Física. Muchas veces fui a buscarla de sorpresa y me encontré con que otro morocho. Después descubrí que siempre fue el mismo. También esperaba por ella, al verme ella le discutía dos palabras y se subía a mi auto. Era una lucha constante. Estando en su casa, su padre capitán de barco mercantil, no estaba casi nunca, la pobre santa madre permitía entrar a los amigos, y no eran pocos, se llenaba la casa. En verano la pileta, la parrilla, una fiesta eterna de porro, éxtasis, más por el hermano y sus amigos, y buena música. De mi parte, sola una vez y con ella tome éxtasis; terminamos desarmando una escondite secreto de su placard donde atesoraba disfraces de mucamita, Gatúbela, enfermera, Mujer Maravilla, chiches varios ¡Un lujo, una caja fuerte de placer personal que abrió para mí! Al menos eso pensé en ese momento.
En esas fiesta, más que nada en verano, estén o no sus padres (sordos, ciegos y mudos), era libertinaje total. La pileta no recibía ningún tipo de traje de baño. El equipo de Martin, su hermano DJ, era realmente una monstruosidad; armábamos nuestra propia rave cuando aún ni existía el término. Había sol, chicos, chicas, música, parrillada. Si estaba el padre, su hijo le ponía auriculares, y el tipo cocinaba al disco empanadas para el bajón, era salteño. Él cocinaba muy rico, hacia las empanadas y un locro místico con un delantal en bolas. Le convidábamos porrito. En algún rincón había hamacas paraguayas. Se armaban mini fiestas o tríos. No porno full pero si erotismo a pleno. La música de avanzada, se hacía traer discos de Ibiza por el padre, más las drogas de diseño.
Al comenzar el atardecer empezaban a hacer efecto las drogas del amor, más tarde todo el parque era Woodstock. Más de una vez tuve que esquivar un arrumaco peneano de un invitado. Mientras Cecilia aceptaba caricias de sus amigas y gentilme compartíamos cuerpos. A 10 metros el padre cocinando al disco chorizos a la pomarola, o lo que fuera, solo se daba vuelta para sonreímos y darnos el ok.
Yo me sentía enamorado, a ella no le convencía la historia de darnos la mano al caminar por la calle. Una vez nos gritaron, va, me gritaron: ¡CORNUDO! En pleno centro de Calzada.
Tenía buen trato con dos de sus mejores amigas, me miraban como bicho raro pero muchas veces me secuestraron del brazo y me confesaron que, gracias a mí, algo en ella estaba cambiando. Sabían que estaba sintiendo algo diferente a lo descartable.  Bajo amenaza me confesaron que lloro cuando le dije que iba a dejarla ya que sentía que no estaba enamorada de mí. Hubo un mínimo cambio pero fue para transformarse más cruel. Empezó, en cada orgasmo, a decirme que me quería. Después que me amaba. Yo estaba en un túnel que ni Sábato podría salir. Tenía a sus amigas de mi lado, realmente les creía. Me habían contado todo. Ese morocho, era un ex novio que la re cuernió, y las veces que mis amigos la vieron fue porque no pudo o podía despedirse. También me contaron de un trio que el pijudo (el ex) organizo con una de ellas, y ahí yo me fui decayendo en autoestima.
Y un día, todos los papeles sobre la mesa. Una noche de verano, paspándome los testículos en fricción amorosa acuática en la pileta, tuvo la gentileza de decirme que la perdone o que la odie de por vida. Sus palabras fueron algo así: llegó a un punto hermoso de amor conmigo pero seguía enamorada de su ex. Nunca la voy a odiar, a esa edad estuvo copado todo lo que viví gracias a ella. Sí, un poco perra pero sin odio. Evidentemente no solo fue conmigo pero desde el segundo día cambie mi vida. Pedí el analítico de la facu, con la idea de cambiar. Sin llorar, me anote en el Instituto Argentino de Gastronomía (IAG). Partí a un nuevo episodio.
En la Universidad me iba bien aunque sentía que el mundo avanzaba más rápido que yo. Siempre con mi ansiedad. Aproveche este corte de novia, de falsos amigos (los malditos rugby) y de largar la carrera para anotarme en la mejor escuela gastronómica del país.
Quise aclarar un poco mi mente y alma, me saque un pasaje de ida a Mendoza. Ahí sí conocí al amor real. Les pregunté a 3 o 4 amigos, nadie podía acompañarme. Pero el mismo día, antes de subirme al micro, aparece con su mochila mi amigazo Mariano Mazzini. No será la primera aventura que compartiremos. Hasta la próxima.

Depresión Perinatal: Durante y Después del Embarazo

Para las mujeres, experimentar cambios emocionales durante el embarazo y hasta un año posterior al parto puede ser parte del proceso de adaptación a los cambios fisiológicos y emocionales de esta nueva etapa, siendo por lo general manejable por ellas mismas. Diferente es el desarrollo de síntomas depresivos durante este período perinatal que comprende el embarazo y hasta doce meses posterior al parto. La depresión perinatal constituye un trastorno de alta prevalencia que puede tener efectos negativos tanto para la salud de la madre, del hijo y de otros miembros de la familia.

Autoras: Vania Krauskopf y Paula Valenzuela (Chile).

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[Diario] Mi madre y el maldito 1982 #2 – Por Diego El Zein

[Diario] Mi madre y el maldito 1982 #2.

Por Diego El Zein.

Al salir del espacio terapéutico esta idea loca no dejo mi cabeza. Pensaba, una y otra vez, en sacar a relucir mis mejores lapiceras. Siempre me gustaron por una cuestión fetiche, como así también las armónicas. Mi viejo, al empezar la facultad, me regalo una Parker con el arete, plumerillo de capuchón y pluma de oro. Empecé a coleccionarlas, algunas las estalle mientras estudiaba y otras aun duermen intactas, vírgenes y secas; diría que son una metáfora de mi cabeza recién analizada ¿Por qué mis fetiches? ¿Las lapiceras por el regalo de mi padre y su frase que expresaba su orgulloso hacia mí; las armónicas será por Mick Jagger y Bob Dylan; y las pipas por mi primer psicólogo al cuál admiraba y fumaba una pipa distinta en cada sesión, aclarándome un poco la mente desde los 7 a los 8 años y nublándome un poco con su humo? Ahora que reflexiono, fui carne de cañón ¿No? Que débil, desde los 7 años psicoanalizándome ¿No será esa mi peor adicción? ¡Qué recuerdo mi primer psicólogo! No solo admiración, con él aprendí ajedrez, me hacía leer en voz alta sobre arte y algunos clásicas, y siempre música clásica de fondo. Un capo realmente, me ayudo a sacarme un poco la tristeza por la muerte de mi abuela, por la depresión de mi madre y por la tensión de Malvinas. Y sí, obvio, también se lo debo a mis viejos; pero ella era quien sentía y creía porque empatizaba con mi dolor, mi viejo se ocupaba de otras cosas que también era cariño y fundamentales, pero otras cosas.
En este momento es cuando la voz de mi vieja me dice: «Vos siempre igual, antes de comenzar algo querés tener lo mejor, lo más grande o lo más caro”. Y su queja continua: “Cuando ibas a estudiar piano, el piano de cola, cuando querías ir a guitarra, una Fender, cuando querías estudiar cocina, cuchillos japoneses. Siempre igual, antes de empezar, que el kimono sin ir ni a la primer clase de Kung Fu…”. Fuuuaaa.
Saque a mi vieja moishe de la cabeza y me compre un cartucho de tinta Parker ¡Al carajo su razonamiento!
Quede abrumado, no sé si fue el post análisis o el torrente de adrenalina al escribir por primera vez algo casi en serio; más allá de diarios de viajes inconclusos, cartitas, ensayos o tesis, todo a medio terminar. O será que me abruma mi constante inconformidad, el miedo a no tener todo rápido y el aburrirme de casi todo. Me digo: “Diego, otra vez estás pensando como mamá”. OK. Posta, algo habrá en mí porque después de una docena de hojas escritas con mis putas lindas, y chetas, plumas las tengo que volver a guardar en su ataúd porque hay que digitalizar todo el material, la era digital así lo exige ¡Mother fucker! Ya quiero abandonar todo y prender fuego las hojas en la cama junto con el perro ¡Pobre perro! Jajaja. No, el Pity Álvarez no soy. Ahora quiero la mejor computadora.
Ella es distinta, es mejor. Ella no pudo ser demostrativa en el amor ¿Será porque su padre era marinero, no estaba presente, y su madre era extremadamente conservadora, no le permitía nada que no sea del colegio, o sea tampoco recibió el afecto necesario de chica? De niños nos arropaba cantando canciones de cuna pero 1982 nos cago la vida: falleció su madre, mi abuela, y Malvinas, con 6 años iba a un colegio ingles ¡Que mierda! Mi vieja triste y yo iniciaba mi rebeldía. La apodo “moishe” porque arrastra su culpa hasta hoy y sin abandonarla, capaz por elegir mal el colegio, sí. Aclaro que uso dicho estereotipo sin la intensión de ofender a nadie, solo como una metáfora estereotipada hacia mi vieja porque, por ejemplo, nunca termina un plato en el restaurantes para llevar una comida más a su casa, recuerdo cuando pidió un capuchino con crema y al llegar rebalsado de crema saco un huevito Kinder y con la cucharita lo lleno de crema para otro café en su casa, o cuando le das un chicle Beldent y te da la mitad porque dice que duran mucho, en su heladera es posible encontrar medio bocadito Marroc, etc. Jajaja. Ni hablar de sus regalos, pero bueno. Retomando. Pero como ella dice: nunca me abandono, se deprimió, la vi derrumbada en la cama llorando. Mientras, yo dibujaba tanques de guerra, aviones Pucará y fragatas tirando bombas. Y en el colegio cada dos días nos evacuaban por amenaza de bomba. Yo extrañaba a mi abuela. Era cariñosa, siempre tenía  la misma escusa: “Vení Dieguito a ver si tenés piguyi (piojos)”, reposaba mi cabeza en su regazo y me acariciaba la zabiola por un rato. Años después mi vieja me confesó que nunca tuve piojos, puro amor la gallega. Será un cliché pero es así: ella fue mi influencia, soy cocinero por mi abuela, y bla bla bla. Seré uno más que cuenta la historia de la abuela pero ella, posta, estaba todo el día meta y meta con las ollas.
Volviendo a mi madre. Sera la edad, el tratamiento, la lucidez. Las pasamos todas. Recuerdo la primera vez que lavándome un pantalón me encontró un bagullito de marihuana. Recordemos: en los años 90 mis padres eran de esos que te decían “Ojo que te ponen droga en la Coca-Cola”. Cero cultura. Un punto a favor de mi mamá; fue costoso pero entendió, y hasta me acompaño en fumatas a causa de tanta apología, según ella. Hoy entiende que la perdición es la ignorancia y eso es también amor.
En una época, se decidió por estudiar fonoaudiología. Horas encerrada, un poco nos dejaba en bolas. Años más tarde confeso que fue otra de sus culpas. Cualquiera. Gracias a ella, y a su excelente reputación, hoy nos da una mano a toda la familia. Mi vieja tenía razón: las culpas son ajenas a ti. Mi culpa será expresarle palabras y frases de odio, fundadas en sus castigos aunque no me importaban al estar perdido en mi mundo de caos, rebeldía y oscuridad.
Me ha visto llegar drogado, alcoholizado, enrrochado, acidificado, endurecido y ella siempre directo a mi pieza. Mi pieza natal conectaba con la de mis padres y con la de mis hermanas. O sea, triple esfuerzo para caretearla. Muchas veces no se pudo, ahí estaba limpiando el vómito, ubicándome, diciéndome que esto no es el inodoro, que estas meando el escritorio. Sus frases eran: apaga la luz hijo y cerrá los ojos que ya es hoy, trata de dormir, tomate una manzanilla. ¿No me digan que no es amor?
Ella fue la primera en descubrir mi oscuridad y con sus pocas herramientas trato de ayudarme. La verdad, es ella quien me arrastro a esta ultima oportunidad de tratamiento para salir al sol.

Estrés Parental en Padres de Bebés Prematuros

La prematuridad se acompaña de patología severa, estancias prolongadas en el hospital e incertidumbre acerca del futuro de los pacientes. Estas circunstancias suponen un estrés que puede afectar al funcionamiento de la familia. El objetivo de este trabajo ha sido estudiar los factores de riesgo y de protección del funcionamiento familiar en prematuros comparados con neonatos sanos a término.
La población y métodos fueron: se reclutó a prematuros que cursaron el periodo neonatal con y sin patología (n = 40) a los 24 meses de edad posconcepcional y un grupo control de nacidos a término sanos (n = 31) según datos de la historia clínica. El progenitor cuidador habitual respondió al Inventario de Factores de Protección Familiar y Escala de Estrés Parental. Los resultados se compararon mediante test de Student, análisis de variancia unidireccional y test de Tukey.
Los resultados indicaron: los padres del grupo control obtuvieron puntuaciones más elevadas que los de los prematuros en todos los parámetros estudiados. Los padres de prematuros sin patología se diferenciaron de los controles en 2 factores de resiliencia familiar: experiencias positivas y experiencias de compensación y en estrés, mientras que los padres de niños prematuros con patología percibieron significativamente menor resiliencia familiar y más estrés por la crianza de sus hijos.
Se concluyó: la prematuridad es un factor de riesgo para el funcionamiento familiar, ya que ocasiona un alto grado de estrés parental y dificulta el desarrollo de factores de protección como es la resiliencia.

Autores: A. Escartí, N. Boronat, R. Llopis, R. Torres y M. Vento (España).

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[Diario] Prólogo #1 – Por Diego El Zein

[Diario] Prólogo #1.

Por Diego El Zein.

Hace 6 meses, con la premisa de una nueva desintoxicación de alcohol, comencé un nuevo tratamiento para mi adicción (según me dijeron el mismo se denomina: cognitivo conductual), del cual luego me explayaré.
Justo coincidió su inicio con el comienzo de la pandemia pero primeramente fueron tres semanas de evaluación clínica. Según me explicaron usaron estándares internacionales y me etiquetaron con el código F10.20 del DSM-V, seguramente en esos países el consumo es más problemático y esa gente está más enfocada a soluciones. Mis resultados arrojaron un consumo de moderado a alto. Todo esto me aburría como mono de laboratorio sin drogas para experimentar. Hasta que Luciano (mi terapeuta), según sus estudios y test no violentos como el de Charly García, me propuso, según mi perfil, empezar un diario; en cual escribir cuentos, episodios, relatos con anécdotas de viajes, de drogas, de experiencias, de amores, de desamores, de amigos, de examigos, de odios, de daños y beneficios, todo eso, mezclado o combinado y sino revuelto. Ufff.
¡Oh yeeahh! ¿Sí, que fácil no? Según él me iba a ayudar con mis angustias, con la abstinencia, con mis relaciones, y sobre todo a reencontrarme y recuperar vínculos. Era reverme desde arriba y desde abajo, una experiencia que ya viví y luego contare. Solito y convencido, miento, influenciado y motivado, saque a relucir mis plumas fetiche de la facu y dije: “¡Dale Diego! Total también están los psicofármacos (arma de doble filo)”.
Así que la historia aun sin comenzar. Agradecido por el espacio prometo serme fiel y tratar de ser entretenido, no creo que haga falta ficción en la edición. Solo espero que sea un viaje de locura contado con lucidez.
Bon voyage a la dura cordura.

Algunas personas pueden reconocer un árbol, un jardín y saber que han llegado a casa ¿Cuántas veces andaré en círculos antes de abandonar la búsqueda? ¿Cuánto tiempo antes de perderme para siempre? Debe ser posible nadar en el océano de quien amas sin ahogarte. Debe ser posible nadar sin convertirte en agua. Pero sigo encontrando piedras atadas a mis pies.
Poema de Hannah Baker en “13 Reasons Why”.

Trastorno por Estrés Agudo y Postraumático

El trastorno de estrés agudo (TEA) y el trastorno por estrés postraumático (TEPT) surgen como resultado de la experiencia de un trauma o evento traumático que supone una amenaza significativa (física, emocional o psicológica) para la seguridad de un paciente o un ser querido de este. El DSM-5 los engloba dentro de la categoría de «trastornos relacionados con traumas y factores de estrés». Ambos se caracterizan por un aumento del estrés y la ansiedad después de la exposición a un evento traumático, siendo el elemento diferencial el criterio temporal: en el TEA la sintomatología se inicia en el último mes y en el TEPT los síntomas tienen una duración mayor de un mes. Se evidencian síntomas que se engloban en cuatro grupos diagnósticos: reexperimentación, evitación, cognición/humor negativos e hiperalerta. Se estima la prevalencia a nivel internacional de TEPT del 3,9% en población general y del 5,6% entre los expuestos a trauma. El TEPT se asocia a altas tasas de deterioro funcional, quejas somáticas, riesgo de suicidio y otros trastornos psiquiátricos comórbidos. El tratamiento incluye psicoterapia y psicofármacos, siendo los inhibidores selectivos de recaptación de serotonina (ISRS) los de primera elección. La derivación al psiquiatra se realizará ante el riesgo suicida, una mala respuesta al tratamiento o presencia de comorbilidades.

Autores: T. Crespo Generelo, L. Camarillo Gutiérrez y H. de Diego Ruiz (Servicio de Psiquiatría B, Hospital General Universitario Gregorio Marañón, España).

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Trastornos de Ansiedad Relacionados con Traumas y Factores de Estrés

Los trastornos de ansiedad (TA) constituyen el grupo de enfermedades mentales más comunes, con una prevalencia general del 2-8% y un 10-12% en las consultas de Atención Primaria. El DSM-5 distingue la categoría “Trastornos relacionados con traumas y factores de estrés”, en la que el principal diagnóstico es el trastorno por estrés postraumático (TEPT), a cuya actualización vamos a dedicar este artículo. La prevalencia del TEPT es del 6,4-6,8%, suele comenzar en la veintena y es más frecuente en mujeres. Se asocia a altas tasas de deterioro funcional, quejas somáticas, riesgo de suicidio y otros trastornos psiquiátricos comórbidos. Es importante el diagnóstico precoz para identificar a las personas que podrían beneficiarse de un tratamiento que, por lo general, incluye psicoeducación al paciente y a los familiares, psicoterapia y psicofármacos, siendo los inhibidores selectivos de recaptación de serotonina (ISRS) los de primera elección. La derivación al psiquiatra se realizará ante el riesgo suicida, una mala respuesta al tratamiento o presencia de comorbilidades.

Autores: J. Cambra Almerge y L. Camarillo Gutiérrez (Servicio de Psiquiatría B, Hospital General Universitario Gregorio Marañón, España).

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